Sergio Laborda presenció el partido en el Metropolitano y señala que "todo iba bien hasta el gol de Militao".
El hijarano Sergio Laborda, madridista y panadero -por ese orden-, vivió ‘in situ’ lo ocurrido en el derbi entre su equipo y el Atlético. Viajó solo hasta la capital, puesto que al resto de su pandilla futbolera le dio “pereza” ir en domingo, y presenció uno de los episodios más bochornosos que se recuerdan en La Liga española.
Después de que el Real Madrid anotara el gol que le adelantaba ante su eterno rival, obra de Éder Militao, el fondo donde se alojan los aficionados más radicales (los del Frente) se adueñó de lo que estaba siendo una fiesta futbolística sin incidentes. La tomaron con el excolchonero Thibaut Courtois al entender que les había provocado con la celebración de ese tanto.
El lanzamiento de objetos, mecheros la mayor parte, provocó que el portero belga entregase al colegiado uno y que se retirasen unos cuantos hasta que Busquets Ferrer, colegiado que estaba de estreno en un duelo de grandeza, tuvo que suspender de forma provisional el encuentro. Era el minuto 69 y el juego se detuvo por 22 minutos. Hecho que ha dado la vuelta al mundo, y que, según cuenta Sergio, dividió en dos a la afición local.
“Estaba siendo un derbi bastante tranquilo, tanto en el campo como en las gradas, excepto cuando cogían el balón Vinicius o Courtois. Todo iba bien, hasta que llegó el gol del Madrid y comenzó el lanzamiento de objetos (mecheros, bocadillos, bolsas…) y se anunció por megafonía que se iba a parar el juego”, relata, y remarca que entre los seguidores atléticos había diversas opiniones.
“Unos clamaban contra los radicales, lamentando que siempre fueran los mismos; otros culpaban a un sector de la prensa, por alimentar la violencia durante toda la semana; otros llegaron a marcharse del estadio… se vivieron instantes bastante tensos”, añade este aficionado merengue que, en favor de la hinchada rival, asegura que todos fueron respetuosos con él cuando no pudo contenerse en la celebración del 0-1.
“Iba camuflado, con la camiseta rojinegra del equipo de mi pueblo, y la verdad es que nadie me dijo nada. Máximo respeto. En ese aspecto, fue mejor de lo que pensaba”, reconoce, antes de lamentar el “triste final” del encuentro; el empate de Ángel Correra que le llevó a salir corriendo del Metropolitano en busca de un taxi que le condujera al hotel.
Hoy lunes, vuelta a casa. Tren Madrid-Zaragoza y carretera hasta Híjar, que mañana hay que reabrir la panadería con otra batalla -o casi- por contar...
Autor : Javier Clavero
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