La Virgen canta una nana
sobre lunas y rocíos
y San José la contempla
con emoción, y cariño.
Llevaban ya, mucho tiempo,
andando por los caminos
buscando casa, comida,
y ayuda de los vecinos.
Con lágrimas en los ojos,
narran, que la Virgen dijo:
“Pido al Señor, que esta noche,
nos den cobijo y abrigo,
pues va a nacer mi pequeño
como si fuera un mendigo”.
“¡No te apures, mi Señora!
¡Encontraremos un sitio!”
Y llegando a los Pairones
(el Martín era testigo),
vieron la torre La Leana,
casi presa del olvido.
Y dentro, los corazones
arropando en sus latidos.
Recordando los que estaban,
la eligieron como nido
mientras la noche callaba
bajo el cielo estremecido...
Y un año más, como siempre,
nos vuelve a mirar el Niño.
Y desde el cielo, los nuestros,
se nos muestran complacidos.
¡Ay, mi lucero del alma!
¡Ay mi angelito querido,
que siendo grande, elegiste
nacer humilde, y sin ruido!
No tienes la cama blanda
ni suaves ropas de armiño,
tan solo pobres pañales
que te sirven de vestido.
Lo que nos cuenta la historia
es de todos conocido:
Llegaron unos pastores
la lavandera del río,
el labrador y el herrero,
con el candil encendido.
y hasta la mula y el buey
para librarlo del frío.
Tres Magos, desde el Oriente,
a verlo están decididos,
y a lomos de sus camellos
el desierto han recorrido.
La Estrella lleva campanas
que repican el camino
y marcan dulce sendero
que los conduce al destino.
Cuando llega la mañana
con el orbe amanecido,
La Leana queda nevada
y los Magos, bendecidos.
Al cielo mil oraciones
que piden, al ser divino,
llegue la Paz a la tierra
para cambiar su destino.
Las torres están contentas,
tras años de haber dormido.
Serena en Híjar “La Noche”
con la sonrisa de un Niño.
Feliz Navidad a todos.
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