En el día de hoy , en nuestra sección de el" Monografico del Domingo ", queremos rescatar secuencias de nuestro pasado , cuando en casi todas las casas del pueblo , se secaban los tomates al sol , para tener alimento para el invierno.
En algunas plazas , ( en la fotografía superior podemos ver la Plaza de San Anton ) , se ponían cañizos con los tomates cortados para su secado al sol, otras personas los ponían en terrazas y otros en ventanas soleadas.
El primer paso era elegir los tomates más maduros , lavarlos con agua fría y secarlos con un paño. Los tomates se cortaban por la mitad y si eran muy grandes se podían cortar en cuatro trozos , después se colocaban sobre una rejilla que proporcionaba ventilación por todas las partes del tomate.
Una vez expandidos en la rejilla , cañizo , etc... se les aplicaba una fina capa de sal. Algunas personas añadían un poco de tomillo. Los tomates se colocaban en un lugar soleado , la mayor parte del día , y tenían que estar expuestos al sol , unos cinco o diez días , según el clima.
Al atardecer para evitar que la humedad de la noche los deshidrate se guardaban en el interior de las viviendas. Algunas personas cada dos días, estiraban su piel , para favorecer la dreshitacion .
Se sabía que estaban en su punto , cuando adquirían un rojo más oscuro y dejaban de estar pegajosos. Así ya se tenía alimento para mucho tiempo .
Hasta hace relativamente poco tiempo , era frecuente pasar por algunas calles y en algunas ventanas muy soleadas tener la rejilla llena de tomates cortados secándose. Son recuerdos de un Hijar, ya casi olvidado.
Y no les acudían moscas y bichos de todo tipo?
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