En Hijar existe un patio único y particular. Decenas de tambores bien organizados, enumerados, reparados y sobre todo amados se pueden visitar. Said Royo es el propietario junto con su familia de "Tambores Los Magnos" y allí pasan cientos de horas reparando y adecentando los muchos instrumentos que en un especial orden se pueden ver en paredes, estanterías o incluso baúles. El amor por el redoble, por la Semana Santa, por la percusión .... Hacen que Said Royo quiera mostrar al mundo todos los avances y nuevas incorporaciones. Híjar bien merece una visita. Muy recomendable. Felicidades.
Atesora decenas de ejemplares comprados, cedidos o donados que ha arreglado con sus manos y que se pueden ver durante todo el año en el espacio que se ha acondicionado. Algunos los llevará a Tamboríxar.
Said Royo vive rodeado de tambores. Mire hacia donde mire los ve porque están ahí perfectamente alineados. Él los ha ido colocando en el patio de casa en San Antón tras haberles devuelto todo el lustre arrebatado por el paso del tiempo y, en muchos casos, el descuido y el abandono de sus anteriores propietarios. Desde hace años el hijarano combina horas de redobles con las dedicadas al arreglo de estos instrumentos. Ahora que tiene una colección interesante, los exhibe a quien quiera ir. El fin de semana, además, llevará una muestra a Tamboríxar.
Tambores Los Magnos los ha llamado en Instagram, en un perfil donde los va presentando. Modernidad y tradición no están reñidos y las redes sociales son una buena ventana para contactar con todo apasionado del tambor. «La razón de ser este espacio es la gente, todo el que quiera puede venir, curiosear y tocarlos, que para eso están», dice. No lleva mucho tiempo abierto y ya ha recibido visitas. «Las aficiones y pasiones tienen sentido si son compartidas y esta es una de las que más une con mucha diferencia», reflexiona.
Cada tambor tiene su número y su nombre y todos tienen una historia. Son de muchas familias y casas, que en algunos casos fueron vendidos a Said y en otros, cedidos temporalmente porque el propietario, como ya ha hecho algún hijarano y algún alcorisano, sabe que con él estará cuidado. Saben también que si lo solicitan, volverán con ellos. También hay donaciones de personas que quieren que su tambor esté a salvo cuando ellas falten. «Me encantaría que esto fuera la semilla de un futuro museo del tambor en Híjar, sería maravilloso», desea.
La gran mayoría de los que tiene salen en Semana Santa, «o cualquier domingo que hacemos comida en familia o con la cuadrilla tocamos un rato», sonríe. Otros ya son «intocables» por mera supervivencia. Reconoce su admiración por los antiguos de los pueblos de la Ruta hechos en materiales tan sencillos como hojalata y piel que reflejan cómo era la economía. El número 3 lo exhibe intacto tal cual se fabricó y no se toca. «No se le ha modificado nada, ni siquiera lo hemos tensado para evitar que el parche se rompa», dice. El 1 y el 2 sí salen cada año. «Y vemos lo duro que era tocar en parches de pieles de cabrito o ternera. Había que dar muy fuerte para hacerlos sonar», apunta.
Junto a los de Semana Santa muestra varios de gaitero, de pregonero o de orquesta que también se empleaban en Semana Santa por gente más pudiente. Hay unos cuantos militares de regimientos nacionales e incluso del extranjero de lugares como California o Irlanda. Además de a particulares, muchos los adquiere en mercadillos o en portales de internet, pero a veces solo hay que estar atento. «Uno me lo encontré en una cuneta en Guadalajara y hasta en vertederos», recuerda. «Si es un ejemplar que no tenemos, se viene a casa», apunta.
El origen de todo esto está en un tambor que encontró en fiestas de Híjar en una peña hace 30 años. Estaba destrozado pero lo compró y es el único que le restauraron. A partir de ahí, él se va ocupando de tratar de devolver a la vida los que ha ido acogiendo con el objetivo de que vuelvan a redoblar en la calle con las cuadrillas.
Autora : Beatriz Severino.
¡Digno de ver! ¡Enhorabuena, Said!
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