miércoles, 9 de diciembre de 2020

BLAS AINSA DOMEQUE . 1841 - 1889. Autor : Primitivo Arnaez Gonzalo.

 



Realizó los primeros estudios en Hijar, su localidad natal; pasó a cursar Humanidades, como alumno interno, en el colegio de los escolapios de Zaragoza. Vistió el hábito escolapio en Peralta de la Sal (Huesca) el 13 de diciembre de 1855, e hizo su profesión solemne dos años más tarde. 

Desde estos primeros años de aprendizaje, padecía fuertes dolores de cabeza crónicos, que hicieron que fuera necesario su traslado a Caldas de Montbui para aliviarse con la fuerza curativa de sus aguas. Estas jaquecas le incomodaron prácticamente durante toda la vida. Fue iniciado en Zaragoza en el estudio de las Ciencias Exactas por el sobresaliente matemático escolapio padre Juan Manuel Palacios, quien infundió en él pasión y vocación por las Ciencias Naturales, la Física y las Matemáticas; en Filosofía y Teología lo fue por el padre José Balaguer.

Sentía pasión por las ciencias, cualesquiera que fueran (Matemática, Física, Botánica, Astronomía, Meteorología, Microbiología, Fotografía...), pues sabía perfectamente el uso que de ellas podría hacer para la docencia en su vida futura.

Acabados sus estudios normalizados, que no fueron más que la simiente de todo lo que personalmente, por afición, habría de desarrollar, fue destinado al Colegio en el que había sido alumno con anterioridad.

De él no saldría a ningún otro lugar, salvo los viajes de coordinación de las tareas que le fueron encomendadas y, esporádicamente, a Madrid.

Dio sus primeros pasos de profesor con los alumnos de las clases inferiores, como era costumbre; tarea que dejó para orientar con sus conocimientos a los alumnos de bachillerato. En medio de tantas ocupaciones, poco tiempo y margen le quedaban para alimentar sus conocimientos científicos; pero la noche le prestaba las horas que las ocupaciones docentes del día le negaban Se instaló en el Colegio de Escuelas Pías de Zaragoza un observatorio meteorológico (1871) muy completo, provisto de “barómetros, psicrómetros, termómetros de temperaturas extremas, actinómetros de Aragón, pluviómetros, evaporímetros [...]” también de aparatos de astronomía, y prestó un servicio “muy superior al dirigido desde el Observatorio Astronómico de Madrid”, según afirmó la Confederación del Ebro. Al frente del mismo se nombró al padre Aínsa. Aceptó el compromiso para anotar las observacionnes correspondientes a las horas 3:00, 9:00, 15:00 y 21:00 de cada día. Los diez primeros años de buen funcionamiento de este observatorio de Zaragoza le impulsaron a extender la experiencia, entre 1881-1884, a los otros Centros Escolapios de Barbastro, Jaca, Sos del Rey Católico y Tafalla, en el Valle del Ebro y en otros puntos de España, como Celanova (Galicia) , hasta un total de 12 observatorios.

Su diligencia por el saber, su deseo de que otros tuvieran parte en sus conocimientos, le llevaron a que estos nuevos observatorios se atendieran con su misma diligencia, puntualidad y metodología científicas. Absorbido por sus estudios, fascinado por sus observaciones astronómicas y dominado por las investigaciones científicas, perdía las noches, descansaba poco, se exponía a la intemperie de las crudas noches de invierno: descuidaba su salud. “Sus discípulos hemos perdido al infatigable maestro que, en su ardiente celo de proporcionarnos conocimientos, quebrantó su salud, ocasionándose la muerte”, expuso en el momento de su muerte Jesús Royo Trallero, uno de sus eminentes discípulos.

Tres amplios temas fueron los campos en que desarrolló sus estudios de especialización y sus conocimientos.

La gran ventaja es que la mayor parte de sus investigaciones científicas fueron publicadas: 1) Observaciones meteorológicas que diariamente extraía de los múltiples datos de su observatorio, y que relacionaba con los otros similares que radicaban en los colegios; 2) la publicación de la Gnomónica popular; 3) el estudio sobre las diatomeas, que fue, sin duda, el trabajo de investigación personal que más fama le proporcionó en el mundo de la ciencia y los científicos.

Se especifican brevemente los contenidos y sus aportaciones en cada uno de ellos: 1) Meteorología: No era tan sólo la fatiga de la recolección, el cúmulo y la diversidad de datos de cada día; hay mucho esfuerzo en las síntesis por él elaboradas; muchas conclusiones científicas y leyes deducidas después de tantos años y de tantos lugares, demostrando científicamente que el clima de cada día y lugar resultaba de las múltiples variables que debían ser conjuntadas hábil y cuidadosamente, con metódica fidelidad y constancia. Hizo minuciosos estudios sobre los diferentes métodos usados entonces, determinó los coeficientes de corrección, apuntó tablas comparativas entre el campo y la ciudad; con método uniforme repartía las matrices a todos los observatorios que él coordinaba. Sus observaciones sobre Zaragoza fueron ampliándose hacia otras ciudades de Aragón y de toda España.

Fruto de tan persistentes observaciones fueron varias obras que se fueron publicando en los diarios de la ciudad y que luego serían recogidas en Revista Calasancia (1888-1889), donde —curiosamente poco antes de morir— él agradece la ayuda de sus hermanos escolapios “sobre todo, en las observaciones hechas a las tres de la mañana todos los días”. Algunas de ellas: “Observaciones meteorológicas hechas en el Colegio de Zaragoza en los años 1880-1885”; “Memoria de las leyes del movimiento medio diurno de los elementos meteorológicos en el cielo de Zaragoza”, presentada en la Exposición Aragonesa de 1885; artículos varios sobre Cronometría y meteorología; “Estrellas errantes y eclipses de luna del año 1888”; “Las últimas nieves” [...] Quedando algunas de sus obras todavía manuscritas, como: “Memoria sobre las estaciones meteorológicas de las Escuelas Pías de Aragón” y, de otro tema: “Flora aragonesa”, no suficientemente trabajada y clasificada [...].

La primera de estas obras, “Observaciones meteorológicas [...]”, fue estimada por el director del Observatorio Astronómico de Madrid, debido a su precisión y claridad, y las mandó imprimir por cuenta del Estado (1880-1885). Por esta labor se le concedió la Cruz de Isabel la Católica y fue nombrado socio miembro de la Real Sociedad de Amigos del País de Zaragoza.

Además de su trabajo e investigación personales, este observatorio meteorológico le permitió intercambiar datos científicos con otros centros de España y del extranjero y contactar con ilustres personalidades de la ciencia, españoles y foráneos.

2) Gnomónica popular: tal es el título de una obrita primorosa en la que con claridad y sencillez ofrece nociones y resuelve problemas para construir científicamente relojes de sol. Él mismo, siguiendo el método científico al que profesaba veneración, fue haciendo las correcciones que los nuevos aprendizajes y descubrimientos, personales y ajenos, le fueron aportando. 3) Estudios sobre las plantas o algas diatomeas: En los últimos años de su vida, inició este tipo de investigaciones en honor del notable y eminente botánico aragonés Francisco Loscos, antiguo alumno, como él mismo, del que era en la actualidad su Colegio.


Su campo de investigación inicial eran los vecinos cauces del río Ebro y del Canal Imperial de Aragón; luego se fue extendiendo a los ríos Huerva y Gállego, a las múltiples acequias de los contornos, y a cualquier remanso de agua; finalmente, analizó y estudió los muestrarios que con otros hombres de ciencia de España y Europa se intercambiaba.

El tema de los estudios microscópicos estaba en sus comienzos; era escaso el instrumental científico de la época; el microscopio estaba poco evolucionado. Todas esas razones constituían para él un campo apetecible, científicamente hablando [...] Era coleccionista incansable: amplísima recolección, examen microscópico, estudio, individualización, descripción, clasificación y, en las especies desconocidas, bautismo . Aplicaba a sus trabajos el exigente espíritu científico, no de simple aficionado empírico; minucioso en sus observaciones, las realizaba con suma escrupulosidad y precisión.

Para él no existía más mundo que el de la meteorología y las diatomeas .

El segundo fruto de tantas vigilias, trabajos y sacrificios fueron sus hermosas preparaciones microscópicas y unas interesantes láminas para la Memoria que escribió y que comenzó a publicar en la Revista Calasancia, a partir de 1888. Esta obra tiene una introducción y siete pequeños capítulos en los que estudia la estructura, descripción analítica, comunicaciones interiores y exteriores, multiplicación y reproducción, cómo preparar observaciones microscópicas eficientes, y una novedad: cómo dibujarlas y fotografiarlas. Aporta una obra, si no inédita, sí original en este campo: Micrografía científica, que tan cualificado desarrollo posterior ha tenido.

Llevó su Colección de diatomeas y las microfotografías de las mismas a las Exposiciones internacionales de Valencia, Barcelona (1888), mereciendo en esta última la Medalla de Oro. Preparó láminas para ilustrar sus artículos, algunas de las cuales quedaron inconclusas, por su prematura muerte; agotado su cuerpo, a los cuarenta y ocho años, cuando todavía podía esperarse mucho de su talento y madurez científica, un derrame cerebral le llevó al sepulcro.

En su pueblo natal tiene dedicada una calle.

Sus estudios sobre las algas diatomeas fueron continuados por el ilustre farmacéutico y científico, compaisano y coetáneo suyo, José Antonio Dosset.

Poseyó el padre Blas Aínsa una enorme capacidad de trabajo, grandísimo tesón y empeño a toda prueba; mostró notable pericia ante temas nuevos; afición ardiente al estudio; dominado por el afán de sus investigaciones hasta el agotamiento [...] es decir, todos los componentes necesarios para una vocación científica definida; ingenio poco común, y una gran sencillez que le llevaba a presentar a otro religioso, generalmente el padre Manuel Hernández, todos sus estudios antes de publicarlos. Fue además excelente maestro y educador celoso del progreso de sus alumnos.


Autor :  Primitivo Arnaez Gonzalo .

No hay comentarios:

Publicar un comentario