El Infante D. Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono español, tenía graves problemas económicos. Aunque recibía generosas donaciones por parte de algunos de sus partidarios, resulta carísimo mantener en pie todo un ejército. Recurrió a prestamistas europeos, que le exigían como aval que los carlistas conquistaran alguna ciudad muy importante, para poder saquearla y así resarcirse, en el caso de que no se les devolviera su dinero. Ese fue el motivo por el que ya habían intentado tomar Bilbao, sin éxito, en 1835. Pero ahí estaba Zaragoza, ciudad liberal, próspera y rica, que también contaba con el aliciente de su privilegiada situación estratégica, y además no estaba muy lejos de las bases carlistas del Maestrazgo aragonés.
Ya hemos comentado que Cabrera era un hombre muy atrevido; pero no le andaba a la zaga su lugarteniente Juan Cabañero Esponera. Concibió un plan tan audaz que, de haber triunfado, hubiera causado sensación en toda España, y aún más allá. Consistía en tomar la ciudad de Zaragoza, no mediante un largo asedio en toda regla, con un poderoso ejército y toda su potente artillería, sino en asaltarla por sorpresa, de noche, con una tropa reducida, de tan solo 2.800 hombres y 300 caballos, fuerza militar pequeña para una Plaza tan importante. Quería sorprender y obligar a rendirse a toda la guarnición liberal de la ciudad, mientras ésta dormía tranquilamente en sus cuarteles.
Puso Cabañero en práctica su plan de asalto nocturno el 5 de marzo de 1838. Había muchas posibilidades de que algún detalle de este plan tan atrevido saliera mal. Y así fue: Inicialmente, consiguieron los primeros hombres forzar la muralla; pero no lo hicieron de un modo tan sigiloso como para no despertar a la población civil, que alarmó a la guarnición que defendía la ciudad, la cual se levantó y rechazó el ataque. Además, la población civil de Zaragoza colaboró como pudo, atacando desde sus balcones a los asaltantes carlistas en su huida, con escopetas de caza y con todo lo que tenían a mano. Cabañero y algunos de sus hombres escaparon como pudieron, “con el rabo entre las piernas”, como suele decirse.
En la siguiente imagen vemos un dibujo de la época, que retrata perfectamente cómo se desarrollaron estos acontecimientos.
En conmemoración de estos hechos, se comenzó a celebrar cada año en Zaragoza la fiesta del 5 de marzo (llamada popularmente “la cincomarzada”), desde 1839 en adelante. Fue una excepción la época en la que gobernó Franco, quien la suprimió porque los carlistas habían combatido a su lado durante la Guerra Civil de 1936-1939. La fiesta de la cincomarzada se restauró, con carácter oficial en 1980, y continúa celebrándose hoy en día.
En la Guerra de la Independencia contra los franceses, durante los famosos “Sitios de Zaragoza” de 1808, el Rey había concedido a esta ciudad el título de “Inmortal Ciudad de Zaragoza”, por el heroico comportamiento de sus habitantes. También ahora, en 1838, el gobierno liberal, en premio a su heroísmo, concedió a la ciudad el título de “Siempre Heroica”, que se añadió a los que ya entonces tenía en su escudo. El escudo de armas de la ciudad de Zaragoza consta actualmente de los siguientes lemas:
Laurel izquierdo: M.N. (Muy Noble) M.H. (Muy Heroica) M.L. (Muy Leal)
Palma derecha: S.H. (Siempre Heroica) M.B. (Muy Benéfica) I. (Inmortal)
Escudo de armas de la Ciudad de Zaragoza
Relataremos ahora cómo fue la conclusión de estos sucesos históricos:
Tras su fracaso en Zaragoza, Cabañero y los restos de su maltrecho ejército se retiraron a Cantavieja, donde fueron muy mal recibidos por Cabrera. Aquí comenzó a fraguarse la profunda enemistad entre estos dos hombres, hasta entonces muy amigos. En el año siguiente, 1839, el General carlista Maroto y el General liberal Espartero firmaron un tratado, llamado “El Convenio de Vergara”, mediante el cual ponían fin a la guerra. En virtud de este convenio, los militares carlistas que aceptaran a Isabel II como legítima heredera al trono, pasarían al ejército liberal con idéntico rango al que ya tenían en su antiguo ejército.
Muchos militares carlistas se pasaron al ejército liberal; entre ellos, también Cabañero, que así se convirtió en un General que ahora combatía a los carlistas, sus antiguos compañeros de armas. Entre los Generales carlistas que no lo aceptaron estaba Cabrera, que al convenio le llamaba “La traición de Vergara”. Se enfadó tanto, que se vengó ordenando fusilar a un mozo de 18 años que militaba lealmente en sus filas, tan solo porque era hijo de su antiguo lugarteniente, a quien él llamaba ahora “el infame Cabañero”.
Pasados unos cuantos años y dos guerras carlistas más, el General tortosino Ramón Cabrera, antaño conocido como “el Tigre del Maestrazgo”, acabó pacíficamente sus días en Inglaterra, en 1877, a sus 71 años, casado con una rica aristócrata británica; habiendo reconocido antes de morir la legitimidad monárquica de Alfonso XII, el hijo de Isabel II.
Por lo que respecta al otro protagonista de esta historia, el General urreano Juan Cabañero Esponera, continuó durante un tiempo combatiendo a los carlistas con cierto éxito, bajo el mando supremo del General liberal Espartero. Murió a los 50 años de edad en Albalate del Arzobispo, el 3 de mayo de 1850. Por razones familiares, he visitado muchas veces el cementerio albalatino, pero no he encontrado su tumba. Supongo que estará enterrado en otro lugar, que desconozco.
Autor : Enrique Garralaga Robres.
Siempre tan interesantes tus artículos, Enrique. Muchas gracias.
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