lunes, 17 de marzo de 2025

La sinagoga de Híjar muestra las pinturas que la hacen única. Autora : Beatriz Severino.

 



 Solo existen dos sinagogas conservadas con toda su estructura, techo incluido, y en el caso de Híjar ha aparecido además la decoración original, algo que la convierte en excepcional y aumenta su relevancia internacional.

Las paredes de la sinagoga de San Antón al fin han empezado a hablar y lo han hecho para certificar lo que muchos advertían, algunos no terminaban de creer y lo que siempre ha sido un hecho por todo el mundo asumido en Híjar pero del que faltaban pruebas: que San Antón, antes que ermita fue sinagoga. Más que faltar, estas pruebas estaban tapadas. Llevaban siglos ocultas entre cal, pintura y forrajes de plástico decorativos que solo acumulaban humedad. Por algo Híjar lleva por bandera ser lugar de convivencia de tres culturas y en San Antón se dio vida una de ellas, la judía, la que se desplegó en el barrio de San Antón donde ahora vuelve a esa vida también una de las joyas del patrimonio histórico. Tal es su importancia que trasciende las fronteras hijaranas porque en España solo existen dos sinagogas que conserven la estructura con el techo incluido pero, en este caso, además de eso, también están las pinturas murales originales que acaban de volver a ver la luz tras cuatro meses de labor.




La última intervención en la restauración del templo del que en 2010 se hundió el campanario, se ha centrado en recuperar los frescos que albergaba en su interior esta sinagoga del siglo XV construida en 1410. Se han ocupado desde Albarium, empresa especializada que trabajó con todo su equipo en una tarea que comenzó por el descubrimiento de los frescos en un encargo de DGA. Tras la expulsión de los judíos, el templo pasó a ser cristiano en el siglo XV con la entrada de la Orden de San Francisco y los frescos de simbología judía quedaron cubiertos con cal. Ellos pintaron otros, como una grisalla que también terminó por quedar tapada y que ha vuelto a la luz ahora. Todos los elementos hallados conviven. Según los criterios de restauración debe prevalecer la consolidación sobre cualquier planteamiento estético y, por otra parte también se debe respetar toda huella que va dejando la historia material. «Es decir, que no hay que restar ningún valor ya sea artístico, documental o de cualquier otro tipo. A veces no se trata de que sea una gran obra. La grisalla por ejemplo es una representación muy popular pero deja documento de que esto ha sido también una iglesia», detalla Mercedes Núñez, una de las profesionales que ha liderado el equipo de trabajo junto con Encarna Ripollés.

La pared principal hizo las veces de retablo dedicado a San Antón. Este se desmontó y tras él apareció un vano enmarcado por una decoración en yeso. Ese hueco se ha identificado ahora certificando las sospechas como la embocadura del Hejal (o arón ha –kódesh), el armario donde se guardaban los rollos de la Torá, el libro sagrado. El armario, no obstante, podía ser móvil. El Hejal es uno de los elementos que más llaman la atención y es lo que más trabajo ha llevado porque estaba tapiado y con una hornacina para colocar un santo que se abrió en su momento rompiendo todo el dintel. En la recuperación se vació su interior lleno de piedras, barro y cascotes, se eliminó la base de la hornacina y se rellenó el hueco. La reconstrucción del Hejal se hizo con motivo simplificado, es decir, reconstruyendo las líneas compositivas básicas y las molduras que trazan el volumen, pero no la decoración. No menos interés despierta el suelo, donde las catas realizadas por Antonio Hernández con Acrótera en 2017 siguiendo las recomendaciones de un congreso organizado por el Centro de Estudios, ya certificaron los vestigios que hablaban de una sinagoga y, además, única. A los pies del Hejal asoma un escalón que conserva el mortero original.

A la derecha del Hejal aparecen las letras hebreas de un salmo que se atribuyó primero al 83 2.5 y más recientemente al 106.3 con las leyendas ‘Justicia Para’ y ‘Bienaventurados los que moran en esta casa’. Estas pinturas ya se incluyeron en el catálogo de una exposición en el Museo del Prado de la mano del investigador Javier Castaño. En la parte superior se ha hallado la hornacina en la que se guardaba el shofar -o cuerno- que se empleaba en ceremonias especiales como el año nuevo; y «un elemento extraño» como es un orificio hexagonal de 75 centímetros de profundidad. «Delante hay un clavo original del siglo XV y entendemos que era para colgar algo pero ningún especialista nos ha sabido concretar», añade Ripollés. A la izquierda del Hejal se aparece la Menorá, el candelabro de siete brazos que «debía estar siempre, ya sea físicamente o pintado», apuntan. Está superpuesto con una grisalla cristiana y es donde se ha requerido cuidado para mantener ambas. Una parte se extrajo y se expone en la pared de la izquierda. «Son las huellas históricas», apuntan.




Esta sinagoga ya es visitable al público. De hecho, antes de la recuperación de las pinturas ya recibía a personas interesadas por esta parte concreta de la historia y el patrimonio. Se pueden concertar a través del ayuntamiento o con Albalate Turístico, que realiza salidas guiadas a la sinagoga y a otros puntos de interés de la zona. Desde el Consistorio hijarano se trabaja en un plan para revitalizar todo el barrio de San Antón, al tiempo que reorganiza planes de visitas a la sinagoga además de las que puedan realizarse a demanda con el guía. Su reapertura oficial tras la conservación de las pinturas se celebró con un concierto y la proyección de Alantansí, el documental dedicado al impresor y en el que la sinagoga tiene un papel muy relevante.


Fuente : www.lacomarca.net

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