lunes, 10 de marzo de 2025

La antigua Harinera de Híjar renace como un viaje a la historia y al coleccionismo. Autora : Paula Aznar.




 Ricardo Orcal y Pili Molias recuperan la fábrica y hacen visitas guiadas.  En la localidad de Híjar, donde durante décadas la molienda de trigo marcó el ritmo del trabajo, una antigua harinera ha renacido después de 30 años desde su abandono, para convertirse en un museo único. No es solo un homenaje a la industria harinera, supone también la memoria de quienes la hicieron funcionar durante años. Y, sorprendentemente, dentro de sus muros no solo se conserva la maquinaria original, sino que se encuentra un inesperado tesoro: la colección personal de Ricardo Orcal, quien junto a su esposa, Pili Molias, ha convertido el espacio en un auténtico santuario de la nostalgia.




En la localidad de Híjar, donde durante décadas la molienda de trigo marcó el ritmo del trabajo, una antigua harinera ha renacido después de 30 años desde su abandono, para convertirse en un museo único. No es solo un homenaje a la industria harinera, supone también la memoria de quienes la hicieron funcionar durante años. Y, sorprendentemente, dentro de sus muros no solo se conserva la maquinaria original, sino que se encuentra un inesperado tesoro: la colección personal de Ricardo Orcal, quien junto a su esposa, Pili Molias, ha convertido el espacio en un auténtico santuario de la nostalgia.

Un testigo de oficio perdido

Cuando Ricardo y Pili compraron el edificio, se encontraron con un reto inesperado. “Nos abrieron las puertas y aquello estaba lleno de tierra y trastos. Llevaba 30 años deshabitado”, recordó Ricardo. Lo que iba a ser simplemente un lugar donde almacenar su colección, se convirtió en algo mucho más grande: “Cambió mi esquema por completo cuando vi toda la maquinaria intacta. Ya estaba convertido en un museo por sí mismo”.

El recorrido por el museo comienza en la propia harinera, donde se ha conservado casi toda la maquinaria original. En el sótano se encuentra la hidrolavadora de grano y el árbol de transmisión que generaba la energía para el proceso de molienda. En los pisos superiores se distribuyen las distintas fases del proceso harinero: en la primera planta se ubican los silos y molinos; en la segunda, las máquinas de limpieza del grano; y en la última, los cernedores. Todo está conectado por una red de tubos de madera que permitía el movimiento del grano y la harina entre los diferentes niveles.

El objetivo de Ricardo y Pili no es solo mostrar la maquinaria, sino también revivir la historia de quienes trabajaron allí. “Queremos trasladar a la gente a otra época, enseñarles cómo era la vida en la fábrica y lo que significaba este oficio”, explicó Ricardo. Para ello, las visitas guiadas además de explicar el funcionamiento de la harinera, también recrean el día a día de los trabajadores que allí pasaban sus jornadas.



Un museo dentro de un museo

La restauración de la harinera permitió rescatar su historia, pero también le dio cobijo a la otra gran pasión de Ricardo: el coleccionismo. Desde hace más de 20 años, ha recorrido rastros y anticuarios en busca de piezas que, de alguna manera, conectaran con el pasado. Lo que comenzó con una colección de sellos en su infancia se convirtió en una auténtica obsesión por rescatar objetos olvidados. Cobre, hierro forjado, navajas, juguetes antiguos, máquinas de azar y hasta carruajes fúnebres forman parte del extenso repertorio que hoy se expone en diferentes salas dentro de la harinera. La colección se divide en varias salas temáticas: la Sala Etnográfica, donde se pueden ver carros, carruajes y herramientas de oficios ya desaparecidos. Entre sus piezas más llamativas, destaca un antiguo cartel zaragozano de La Cepa Dorada del siglo XIX y una pesadora de toneles; la Sala del Hierro, que exhibe todo tipo de herramientas de forja y metal, incluyendo cuchillos, tijeras y navajas antiguas; la Sala del Barro, con una gran variedad de tinajas, cántaros y cerámica tradicional y la Sala del Coleccionismo, quizás la más sorprendente, donde se encuentran juguetes antiguos, pupitres escolares, máquinas tragaperras y hasta un pupitre escolar de época.

Para Ricardo, cada objeto tiene una historia. “Lo que más me ha llamado la atención últimamente son las máquinas de chicles y de juegos de azar. Eran las tragaperras de su época”, dijo con entusiasmo. Sin embargo, hay una pieza que todavía se le resiste: “Me falta un carro pipero. Lo vi hace muchos años y tarde o temprano lo conseguiré”.

El museo, además de atraer a coleccionistas o nostálgicos del pasado, enseña el oficio las nuevas generaciones. “Esto es cultura, un medio de enseñanza. Queremos que los jóvenes vean cómo se trabajaba antes, que entiendan que hay que conservar nuestra historia”, dijo Ricardo.

Desde su inauguración, la respuesta del público ha sido muy positiva. “La gente sale encantada, algunos incluso nos dan las gracias con un par de besos. Nadie se imagina que algo así pueda existir aquí”, comentó Pili.

El boca a boca está funcionando, y Ricardo tiene claro que la harinera se convertirá en un referente. “Antes, Híjar era conocida por la Semana Santa, pero ahora, quién sabe, igual se nos conoce por el museo”, bromeó.



Fuente :  Diario de Teruel.

1 comentario:

  1. Las dos referencias me gustan, espero que triunfes, con tu museo, todos ha los que he oído, que lo han visitado dicen ser una preciosidad y de grandes recuerdos

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