miércoles, 29 de enero de 2025

EL PIGNATELLI : El edificio de Zaragoza que pasó de ser una cárcel a un hospital, hasta convertirse en el centro de la política aragonesa. Autora : Judit Macarro.



El Pignatelli tiene cuatro siglos de historia que han convertido sus pasillos en diferentes espacios que acogieron tanto a los más necesitados como, actualmente, a altos cargos.

Situado en el corazón de la ciudad de Zaragoza, el Edificio Pignatelli no solo es un hito arquitectónico, sino un testimonio vivo de la historia social, política y urbanística que ha marcado el devenir de la capital aragonesa. Este complejo, erigido a finales del siglo XVIII, ha sido mucho más que un simple edificio.

A lo largo de los siglos ha sido un hospital, una cárcel, un centro asistencial, un instituto, un símbolo de la modernidad y, lo que es actualmente, el centro de la política aragonesa. Así lo explica Jesús Martínez Verón, doctor en Historia del Arte. 

 
Inicios, siglo XVII

El edificio Pignatelli, que hoy en día alberga la sede de la Diputación General de Aragón, tiene sus raíces en un proyecto social nacido en el siglo XVII. En aquel entonces, Zaragoza vivía una grave crisis social debido al elevado número de niños huérfanos, mendigos y enfermos que recorrían las calles.

La situación era tan caótica que las autoridades locales se vieron obligadas a intervenir. "Ignacio Garcés, que ocupaba el cargo de 'padre de huérfanos', propuso la creación de un edificio destinado a recoger a todas estas personas en situación de vulnerabilidad, buscando aliviar la carga sobre la ciudad", explica Martínez.





El proyecto recibió el apoyo inmediato del Ayuntamiento de Zaragoza, el Arzobispado y la Hermandad de la Escuela de Cristo. Estas instituciones colaboraron para poner en marcha la idea, cediendo unos terrenos en los que, en ese momento, se conocía como el 'Campo del Toro', "una zona aún no urbanizada, pero suficientemente amplia para albergar la nueva construcción", agrega.

Este terreno, en el que hoy se encuentra el Edificio Pignatelli, se utilizaba antiguamente para eventos como festejos taurinos, aunque no en la forma organizada que hoy conocemos. Y, lejos de las causalidades, "la construcción de la plaza de toros en la misma área unos años después es una mera coincidencia histórica", puntualiza el historiador.

En 1669, solo un año después de iniciar las obras, se inauguró el Hospital de la Misericordia, que acogió a unas 400 personas. "Este hospital no solo estaba destinado a huérfanos, sino también a mendigos, delincuentes y otras personas sin hogar, muchas de las cuales se encontraban en situaciones extremas", explica Martínez.

La falta de recursos siempre fue un problema, pues la institución vivía principalmente de la caridad de los ciudadanos. Sin embargo, con el paso del tiempo, "la visibilidad de los mendigos y huérfanos en las calles comenzó a disminuir, y las donaciones fueron cayendo", señala.

La situación en el hospital empeoraba, ya que las condiciones de vida eran muy precarias. A pesar de ello, la institución continuó funcionando y, en 1721 , el rey Felipe V otorgó a la Casa de Misericordia una protección "teórica", lo que permitió que la institución se mantuviera a flote.






Ante la falta de fondos, su majestad por aquel entonces autorizó la organización de festejos taurinos, "los cuales se celebraban en la Plaza del Mercado y otras ubicaciones cercanas". Los beneficios obtenidos de estos eventos taurinos fueron utilizados para sostener la Casa de la Misericordia. 

Momento clave con Pignatelli

En 1764, llega un momento clave en la historia de la institución. Ramón Pignatelli, una figura de gran influencia y pensamiento ilustrado, se incorpora a la institución. "Su visión renovadora fue determinante para redefinir el papel de esta casa, que hasta entonces se había centrado en apartar a los niños, mujeres y delincuentes de la sociedad", incide.

Pignatelli propuso algo radicalmente diferente: la Casa de Misericordia debía convertirse en un lugar de protección, donde las personas pudieran aprender un oficio y, así, reintegrarse a la vida laboral y social. 

Este pensamiento ilustrado llevó a una serie de reformas profundas. "En 1766, se aprobó la construcción de un nuevo edificio, que no solo garantizara buenas condiciones de vida, sino que también tuviera talleres para capacitar a los internos", cuenta Martínez. El arquitecto Gregorio Sevilla fue el encargado de diseñar las primeras líneas de lo que sería el futuro edificio, aunque el proceso de construcción fue largo, extendiéndose durante varias décadas.

La edificación comenzó en 1774 y avanzó a un ritmo lento, "debido a la falta de fondos". En sus primeros años, la Real Sociedad Económica de Zaragoza financió parte de la obra, aportando 3.000 escudos para el inicio de las labores. Sin embargo, la situación económica dificultó que el proyecto se completara rápidamente.





La primera fase significativa, que abarcó entre 1777 y 1785, coincidió con el apoyo económico de la sociedad y con el auge de otros proyectos importantes en la ciudad, como la construcción de la plaza de toros de la Misericordia, que permitió a la institución generar ingresos.

Aunque el edificio comenzó a tomar forma, no fue hasta 1790, cuando el arzobispo Agustín de Lezo dejó "una generosa donación de 54.000 libras", que las obras avanzaron significativamente. 

A mediados de la década de 1790, la Casa de la Misericordia ya contaba con importantes sectores construidos, como los patios y la fachada principal, pero aún faltaban detalles importantes, como la iglesia y la zona de mujeres.

Con la llegada de la Guerra de Independencia en 1808, las obras se paralizaron. El edificio se convirtió en un hospital militar, y los internos fueron desplazados a otros lugares. Esta interrupción afectó el desarrollo de la institución, pero no detuvo el crecimiento de la idea original de Ramón Pignatelli. 

"Hogar Pignatelli"

No sería hasta 1859 cuando el edificio se completó en su totalidad, gracias a la intervención de la Diputación Provincial de Zaragoza, que asumió la responsabilidad del centro. La institución, ya bajo el nombre de "Hogar Pignatelli", continuó su labor, adaptándose a las necesidades sociales de cada época.

Por ejemplo, a partir de 1971, el edificio albergó el tercer instituto público de Zaragoza: el Instituto Pignatelli.

En 1981, la Diputación General de Aragón (DGA), que en sus primeros años estuvo en la Plaza de los Sitios, decide buscar un nuevo espacio más grande para albergar la creciente administración. "En ese momento, Aragón tenía pocas competencias, y se desconocía el número exacto de funcionarios necesarios, lo que hacía imprescindible un edificio amplio que pudiera adaptarse a las futuras necesidades", señala Martínez.






Se plantearon varias opciones, entre ellas la posibilidad de transformar el Colegio de los Marianistas, pero finalmente se optó por el antiguo edificio de la Diputación Provincial. "Al principio sorprendió a los aragoneses, porque no era un edificio especialmente imponente ni representativo", pero, con el tiempo, se convertiría en un símbolo de la DGA. 

Reformas

En cuanto a las reformas, una de las más notable fue la modificación de la fachada. "Hoy, lo que vemos es una estructura de ladrillo y piedra visible, si se observa detenidamente es posible distinguir las distintas fases de la obra según los materiales empleados, un claro reflejo de las diferentes etapas de renovación que ha atravesado el edificio", detalla el historiador del arte.




La transformación también incluyó la eliminación de ciertos elementos, como el pequeño teatro y los comedores, y la creación de nuevas salas como la Sala de la Corona, un espacio que antes era la iglesia de la Misericordia. De hecho, Martínez explica que, a mitad del siglo XIX, el arquitecto Juan Antonio Atienza fue el que aportó iluminación al espacio con la creación de una cúpula que "sería un ensayo de la del Pilar", obra en la que también participó Atienza. 

Otro cambio, que se dio con el paso del tiempo, fue el de los antiguos talleres del Pignatelli, que se encontraban en los alrededores. "Estos fueron trasladados y dieron lugar a lo que hoy es el Museo Pablo Serrano", confirma Martínez.


Autora :  Judit  Macarro.
Fuente : El Español de Aragón.


    

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