HISTORIA DE UN PREMIO
En el año 1982 se convoca el primer premio de poesía ÁNFORA DE PLATA al poema que fuese capaz de ensalzar, de la mejor de las formas posibles, la perla del Mediterráneo. Se han cumplido cuarenta y tres ediciones ininterrumpidas de un certamen poético cuyo galardón en metálico es el de mayor dotación a nivel nacional a un solo poema, y que tiene en su nómina ganadores ilustres de la talla de Rafael Fernández Pombo, el poeta y académico Jacobo Meléndez Martínez, Luis García Pérez, Luis Blas Fernández, el maestro Ramón Molina Navarrete o la poetisa Inés María Guzmán, entre otros. Además, para dar mayor cobertura y amplitud a este certamen, ELVO EDITORIAL se incorporó en la organización y coordinación de un premio que ya cruza fronteras más allá del Atlántico.
HISTORIA DE UNA ENTREGA
El sábado 23 de noviembre se celebró la ceremonia de entrega del prestigioso galardón “Ánfora de Plata”, como resultado del XLIII Certamen Nacional de Poesía, convocado por la casa de Melilla en Málaga.
El jurado, compuesto por D. Antonio A. Gómez Yebra, catedrático y escritor, D. Francisco Ruiz Noguera, profesor de la Universidad de Málaga y poeta, y D. Daniel Puertas Carmona, escritor y editor de Elvo Editorial, decidieron otorgar el premio al poema “Como verbo silvestre”, cuya autora resultó ser María Teresa Rubira Lorén, nacida en Hijar (Teruel) y afincada en Alicante.
Al numeroso público asistente, se unieron: la Concejala de Educación y Fomento de Empleo del Ayuntamiento de Málaga, Dña. María de la Paz Flores, la Directora de la Junta Municipal de Distrito 4 del mismo Ayuntamiento, Dña Rosa María Cantarero, el jurado en pleno, el socio-consejero e impulsor del premio, D. Juan Hernández Pérez, el jurado del premio de pintura cuyo ganador fue D.Enrique Blanco, el Presidente de la Casa de Melilla en Málaga, D. José González Jiménez, el secretario D. Antonio Ruiz, Junta Directiva, socios y simpatizantes.
Tras un concurrido y dilatado almuerzo, tuvo lugar la brillante entrega de premios.
HISTORIA DE UN POEMA
Por su parte, la autora premiada nos lo relataba así...
Sábado, veintitrés de noviembre. Adornada ya con motivos navideños en espera de su encendido, la ciudad de Málaga rebosaba calor, color y vida. A su vez, La Casa de Melilla en esa ciudad, convocante del Premio ÁNFORA DE PLATA , vistió sus mejores galas y los más cálidos corazones para recibirnos. No puedo estar más agradecida por la acogida que nos dispensaron.
En el transcurso del almuerzo tuve la oportunidad y el placer de conversar y conocer al jurado, escuchando con atención sus apreciaciones sobre mi poema, y su decisión final entre los más de cien recibidos. Cuánto se aprende de los maestros!
Sí. Puedo decir que me siento orgullosa de haber ganado este premio. Por su prestigio y, en gran manera, por el significado que ha tenido para mí la creación del poema. Ya en el escenario, rodeada de melillenses y sin contener la emoción, les conté la historia...
Corría el año 46 cuando en un pueblo de la provincia de Teruel, Híjar, un joven (como tantos otros), era llamado a filas. Su destino: Melilla. La historia de su familia no distaba mucho de la de tantas otras que no podían permitirse la ausencia de un hijo como soporte, y como manos para labrar la tierra. ¡Tiempos difíciles! Pero la “mili” era así, y lo retuvo al otro lado del mar, nada menos que tres años. Ese joven, era mi padre.
Pasó el tiempo y él no olvidó. De hecho, nos contaba mil historias y anécdotas vividas en aquella tierra y con su gente. Más de una vez manifestó su deseo de volver para recorrer los lugares que guardaba en su memoria, pero nunca ( y no sabría decirles el por qué), decidimos ayudarle a cumplir ese sueño. Luego, ya fue tarde.
Y, precisamente por ello, he tenido siempre la espinita clavada y un cierto sentido de culpa. Y, también, precisamente por ello, año tras año me proponía participar en este premio literario que se creó como homenaje y loa a la ciudad de Melilla. Me lo planteaba un poco como honrar su memoria. Pero… lo veía inalcanzable.
Este 2024 me armé de valor y, pensando en mi padre, escribí el poema que recoge muchas historias en una: su infancia entre mieses y olivos, la separación, el mar, ese mar que puede ser tan duro para todos, el regreso y la nostalgia. Un resumen, un compendio, una restitución, una deuda con él. ¡Y él lo ha hecho posible! Por eso fue un día tan memorable.
Pensando que desde algún cielo nos estaba observando, arropada por todos y emocionada hasta el límite, recibí esa ANFORA DE PLATA que contiene el espíritu de Melilla. Esa ciudad que hasta ahora solo puedo imaginar, pero a la que he he prometido viajar algún día, en busca de sus huellas y el abrazo de su gente. Se lo debo. Me lo debo.
Como un adelanto, sentí de golpe el cariño de toda una ciudad, representada en aquellas personas que, sin conocernos, lo comprendieron perfectamente Yo tampoco las olvidaré. Gracias de corazón.
COMO VERBO SILVESTRE.
(Sed de infancia. Volver. Credo)
En ti empecé sin duda a ser cosecha,
a beber de la mies y del olivo,
a probar el cariño en brazo cierto.
A ser verbo silvestre y donosura
en la clara inocencia de mis rezos.
En ti fui sol, o luna, quizá estrella
protegida entre nanas y al abrigo
de la cuna dorada en que aún me mezo.
En ti me hice palmera, sol de tarde,
catarata de espumas, al altivo
blanquear desbordado de un cerezo.
En ti forjó mi nube la inocente
travesura sutil para castigo
y el perdón suplicado y plañidero.
En ti el principio, el fin, lo recreado,
descubriéndole al fruto prohibido
el sencillo placer de lo primero.
En ti fui letra, verso, risa inquieta,
pozo y labio de mieles verdadero...
Mas de pronto la noche se hizo cerca.
Me arrancaron espacio para el vuelo
y la libre mañana fue ya reja
que dejó al otro lado el mismo cielo.
Zozobré cada tarde, brazo a brazo
de imposibles mareas y de anhelos,
navegando sin rumbo en la corriente
como brizna sin fuerzas, negro adentro…
Hoy, descalzo y desnudo, sufro y vuelvo.
A la sed de inocencias, grito y vuelvo.
Al lugar que perdiera, llamo y vuelvo.
A la infancia prendida en tus murallas
y a dormir al sayón que me envolvieron.
A buscar todo aquello que aún perviva
tras la puerta entreabierta de mis juegos.
A beber de tus fuentes y tus calmas.
A templarme en tus cúpulas de ensueño.
A sentir las caricias olvidadas
de palacios que guardo en mis adentros.
Melilla, y vuelvo,
porque soy peregrino retornado
a la suave corona de tus vientos.
¡Cuéntame qué pupila se resiste
a los besos perdidos, a los sueños!
Esta ajada memoria ya no apura
del final de la copa y del secreto.
Su caudal se remansa en cada piedra
donde amar cree sombra,
y dé cubierto.
Llevo así la cintura hecha jirones
como faro tan quieto y tan sin dueño...
Y sembrado de grises, no hay camino
mientras cubra la noche tal desierto.
Y mi ocaso, se viste de ceniza
con rescoldo nacido en ese fuego.
Y entretengo memoria mientras pueda
contemplar de tus tardes, rojo inquieto.
No renuncio a la dicha de encontrarme
las mejores abejas por tu alero.
Y en turbado de fe, solo ser quiero:
fervor de noche,
amanecer ,
aurora,
temblor de copa de árbol, brisa, trueno…
Gurugú desandado, río de oro,
con la forma y medida del recuerdo.
Cincelado en el barro, puro nombre,
que se torne dorado entre mis dedos.
Pura roca de blanco que que recoja
huella suave en la infancia que sostengo.
Desvestido, silvestre, ¡soy tu verbo!
Nostalgia
Autora : Teresa Rubira.
Yo también hice la mili en Melilla, y volví. No sé que es lo que tiene ese trozo de España que te "engancha" tanto, sus plazas, avenidas, sus gentes, todavía mantengo contactos con algunas de ellas , si puedes Teresa ves, no te arrepentirás. Saludos cordiales y mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarIré, Damián. Muchas gracias.
ResponderEliminarEnhorabuena por este merecido premio, Teresa. Un abrazo.
ResponderEliminarPrima como siempre, no dejas de sorprendernos, siempre tan premiada aunque sean premios no reconocidos internacionalmente , así se empieza, consigues que nos sintamos orgullosos , familia e hijaranos.
ResponderEliminarEnhorabuena besos