sábado, 20 de abril de 2024

LOS SABADOS POESIA : DESMESURA. Autora : Francisca Aguirre.



Francisca Aguirre es una escritora española nacida en Alicante en el año 1930. Procede de una familia de artistas; su padre fue el pintor Lorenzo Aguirre, está casada con Félix Grande, un importante poeta español, y con él tiene una hija poetisa, Guadalupe Grande.

Algunas de sus obras más conocidas son "Ítaca", premiada con el Leopoldo Panero de poesía, y "Trescientos escalones", que dedicó a su padre. Además, con "Historia de una anatomía" fue ganadora del Premio Nacional de Poesía, en el año 2011. Actualmente se la considera una voz ineludible de nuestra época, y es invitada a participar en numerosos espectáculos.

Pese a que por su edad podría incluirse en el mismo grupo que otros poetas de su Generación como Claudio Rodríguez, al haber tardado tanto en comenzar a publicar ha sido dejada a un lado.

En lo que respecta a su manera de hacer poesía, dice que se identifica absolutamente con el pensamiento de Antonio Machado con respecto a la creación literaria. El mismo pensaba que el arte de escribir es demasiado extenso y poco significativo, y lo que realmente debe preocuparnos es la propia existencia.



DESMESURA.


 A Javier Statié


Dijo que no. Y el Tiempo se quedó sin tiempo.

Luego, la vida hizo una pausa

y todo pareció recomponerse

como esos acertijos infantiles

en los que sólo falta una palabra,

una palabra necesaria y rara.

Pero dijo que no. Cerró los labios

y escuchó el gorgoteo de las sílabas

luchando por vivir a la intemperie.

Dijo que no. Y el tiempo oyó el silencio.

Luego, la vida hizo una pausa.

Y todo fue distinto: el dolor fue

más cauto, más sensato,

la lujuria lloró en su madriguera.

Y el tiempo inauguró sus máscaras:

hubo un pequeño espanto en los rincones,

temblaron los espejos agobiados

defendiendo impotentes el azogue.

Los pájaros callaron esa tarde

y la luna brilló blanca y sin manchas.

Ardió la noche como vieja tea

con la absurda avaricia de la muerte,

con su luto distante y pegajoso,

y un rencor resabiado y carcomido

descargó como lluvia en el desierto.

Entonces, sólo entonces,

oyó a su corazón ladrando

y se volvió despacio a los espejos

y los vio tiritar con mucho frío

y pedir compasión desde su escarcha.

Y no supo qué hacer con tanta desmesura:

cerró los labios y escuchó al silencio.

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