La Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa. Y siguiendo la letra de esta famosa 'jotica', el pueblo aragonés luce orgulloso su admiración y devoción por la Virgen del Pilar. Una tradición que nació hace varias décadas precisamente al imitar una ofrenda valenciana. Este acto religioso ha ido haciéndose cada año más popular y en la última edición batió el récord de participación con más de 350.000 oferentes y siete millones de flores confeccionando el majestuoso manto de la Virgen.
Pero la ofrenda tuvo un nacimiento muy modesto. La historia recoge que tras ser terminada la Basílica del Pilar de Zaragoza en 1872, todos los días 2 de enero y 12 de octubre se llenaba de flores el camarín de la Virgen en la Capilla. A mediados de los años 50, el concejal Manuel Rodeles, presidente de la Comisión de Festejos del Ayuntamiento, propuso hacer algo similar a lo que se hacía en Valencia con la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados. La idea salió adelante y en uno de los muros de la Basílica se dispuso un pequeño altar con una réplica de la imagen de la Virgen del Pilar. Para animar a esa primera participación, se regalaron 20.000 claveles a los ciudadanos. El manto y el altar quedaron rápidamente cubiertos. A partir de entonces, la tradición comenzó a crecer y crecer, e incluso en 1964 se creó otra con frutos.
En 1998, el cineasta Bigas Luna propuso que la Virgen se situara sobre una gran columna en el centro de la plaza del Pilar. De esta manera, el número de participantes podría ser mayor y, a su vez, el manto estar confeccionado por más flores. El cambio supuso una revolución y, a día de hoy, la ofrenda de flores es el acto más multitudinario de cuantos se celebran en Zaragoza. Miles y miles de 'mañicos' se visten cada año de baturros y baturras para llevar sus flores hasta los pies de la Vírgen.
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