Hace algunas semanas, se ha cumplido el primer centenario de la inauguración del lavadero municipal.
Fue mucho más que un lugar donde lavar la ropa. Aquel lavadero, que se ubicaba detras del Bar Volante, congregaba cada tarde a decenas de mujeres que acudían cargadas con cerradas, cestas y calderos a lavar la ropa. Tenia un departamento para el lavado y otro para el aclarado, y al final de cada tarde, los empleados municipales, cambiaban el agua.
Una infraestructura que fue un alivio para las espaldas de muchas de esas mujeres que se pasaron media vida frotando con la pastilla de jabón agachadas, en la acequia, o en el río.
No había lujos ni se pretendían, pero cuando los que vivieron aquellos años los recuerdan, siempre consiguen dejar de lado las vivencias de la falta de todo para, sin embargo, rescatar del recuerdo los momentos de compartir con los vecinos, cuando surgían los comentarios y las bromas y siempre había lugar para la risa. Aquellas tertulias no premeditadas donde no se servía ni café, ni pastas, ni se formaban corrillo en la mesa del salón, son rememoradas con cariño y siempre tenían un escenario común, el lavadero que hoy hemos querido rescatar en nuestro blog, al cumplirse el primer centenario de su inauguración.
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