martes, 16 de marzo de 2021

HABLANDO DE SENTIMIENTOS. Testimonios de mujeres. ( Segunda parte. )






Este tiempo de pandemia nos ha “obligado” a recluirnos y vivir hacia el interior; hacia el interior de nuestros hogares, pero también de nosotros mismos. Y hemos comenzado a echar en falta y valorar mucho más, todo aquello que antes nos parecía normal: un beso, un abrazo, una caricia, un apretón de manos, una mano en el hombro... Por eso, nos aferramos al teléfono, ese aparato que, mediante llamadas o videollamadas, permite ver a los nuestros. Pero no es lo mismo, claro, porque solo sirve para “mirar y no tocar”, como ponía en algunas tiendas.  

¿Que cómo lo vivimos? Aquí dejamos algunos valiosos testimonios de personas de distintos lugares, y con edades y profesiones diferentes, que nadan entre desasosiego y esperanza. ¡Cuánto nos parecemos por dentro!

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-Cada día me pregunto por qué río y no lloro, por qué canto y no me lamento. Y es que me encuentro buena gente por donde quiera que voy. En el brillo de sus ojos se refleja el amor que sienten y que siento, y lo llevamos todos como un buen regalo para ofrecer a los demás, porque es un necesario canto-oración a la esperanza; esperanza en que todo  pase, como pasa un mal sueño, y que vientos nuevos repiquen campanas. Campanas de despedida a este bicho siniestro, y de homenaje a los que están sufriendo, o se nos fueron. Carmen Campello.

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¿Cómo me siento?

Me siento impotente, desilusionada y abatida, y por más que intento desprenderme de esta tristeza que se pega a mí como una segunda piel, cada día surge algo nuevo en mi entorno que frustra mis propósitos. El temple, la fortaleza, la convicción de que todo esto nos haría mejores y más fuertes, se ha ido esfumando. Pero a pesar de todo quiero, necesito, seguir agarrada a la esperanza. Paquita Márquez


Bajo un arcoíris de esperanza, también, se esconden emociones tormentosas...

La incertidumbre y la tristeza avivan el miedo. Miedo a la cruel pandemia. Miedo a estar sin trabajo. Miedo a que no vuelvan a tiempo los abrazos.

Cuando pase la tormenta recuperaremos la ilusión, los niños llenarán los parques, y los pájaros... ¡los pájaros seguirán cantando! Raquel Zaragoza Durá

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RASTAS DE EMOCIONES

La oscuridad se apoderó de mi luz, de mis sentimientos, de mi sensatez. Me sacudió la razón embriagando de anhelos y desesperos a mi corazón. Fueron días tan espesos, que apenas podía ver mis pies clavados en el suelo. Se me borró la sonrisa a base de tachones,acomodándose de golpe la rutina en ese “sillón” dónde apenas me sentaba antes.

Los días fueron eternos y las emociones convertidas en rastas, muchas de ellas me confundían, lanzando mi autoestima a un lugar desconocido dónde tardé en encontrarla.

Fueron días de mucha rutina, dolor, y lágrimas derramadas sobre mi almohada.  Amalia Carbellido.

Hablando de sentimientos, éste también ha sido un tiempo para reinventarse en el modo de transmitir afectos. El abrazo sustituido por la mirada tierna, el beso por la palabra cariñosa, la sonrisa en los labios por unos ojos risueños...Con eso, el maldito bicho no ha podido.  Isabel Bravo

En este periodo de encierro he sentido hambre de abrazos, de besos, de contactos. Tanto de la familia cercana como de la que está más lejos. ¡Cuánto nos necesitamos! Y, aunque sabemos que es un tiempo para la generosidad con los demás, admito que me han costado mucho las renuncias. También dolor por los que sufren, por los que se han ido. Así que, como todos, deseando que la situación cambie para empazarnos. T.Rubira.

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Triste de no poder abrazar a los míos, verlos solo a través del frío cristal de una ventana. y lejos de nuestros abrazos. Silencio de las largas noches traídas por la pandemia. Emociones de una angustiosa soledad, al no escuchar un sollozo ni un suspiro, sólo la oscuridad de la calle con alguna farola encendida. Me he sentido y me siento huérfana ante un mundo que ahora cruel. Desasosiego en mi corazón, pero también esperanza de volver a reencontrarme con mi familia y mis amigos, viendo brillar la luz del sol sobre este, a pesar de todo, maravilloso mundo. Ana Medina Martínez

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El Covid nos aisló de todo y de todos, cambiando nuestra vida por completo. Seguimos las instrucciones para no contagiar o contagiarnos ni colapsar los hospitales. Hasta ahí, vale, pero lo que no le voy a perdonar nunca a este virus, es haberme privado del contacto y muestras de cariño de mis hijas y nietas. Para celebrar el cumpleaños de la pequeña, tuvimos que ir a un parque. Mi hija mayor, docente, ha pasado el covid, y la pequeña es enfermera, con la presión que supone en estos tiempos. Todo esto nos hace ver la necesidad que tenemos los unos de los otros. Espero que con la llegada de las vacunas podamos volver a esa vida familiar que tanto deseamos. Begoña Ibarreche.


Al tiempo que el coronavirus me iba cercando sentí la necesidad de aislarme del exterior. No necesitaba tener más datos, guardaba los suficientes para saber que muchísimas personas estaban sufriendo y muriendo. Y aprendí, que el secreto en momentos tan extremos está en olvidarte de ti y pensar en los demás. A dar gracias por cada día que regresaba mi hijo de trabajar en la UCI y seguía sonriendo; por cada videollamada en la que veía a mi nieta. Entonces sentí, que no necesitaba tenerlos, me bastaba saber que están. Gracia Torres.

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Hemos hablado mucho estos meses de anhelos, esos que tanto tú como yo, viviendo lejos de nuestras familias, hemos sufrido. Hemos echado de menos los necesarios besos  de una madre que solo llegan desde el otro lado de la pantalla, la común de las penas. Pero también hemos tenido nuestro propio anhelo, el de poder navegarnos los ojos, rozar tu nuca y oler mi pelo, el de sentirnos las manos, el de recorrernos cada pliegue, el de sentirnos uno,... la ausencia que por concupiscente y egoísta se silencia, la de la intimidad marcada por fronteras desdibujadas que se diluyen ya en el tiempo. Olga Larrubia

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Ante la desolación del mundo que cambió en pocos días, y que nos expulsó de nuestra vida tal y como la conocimos, pasé del estupor de hallarme en una película de Ciencia Ficción, a la aceptación de nuestras nuevas rutinas. Vi con asombro que mientras nosotros estábamos encerrados, el mundo de la naturaleza y de la fauna comenzó a mostrarse con toda su belleza, aguas antes contaminadas, se limpiaron, flores que comenzaron a surgir de lugares impensados, animales antes relegados a un confinamiento impuesto por los humanos, comenzaron a salir de su reclusión y se mostraron libres por lugares antes vedados. Espero cambios en nuestra actitud como humanos, si no, no habremos aprendido nada. Rosse Marie Curotto.


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Quiero y necesito ver el lado positivo de la situación. Siguiendo la frase “No hay mal que por bien no venga” (hablo solo del cierre, de la situación en global y por supuesto no de enfermedad en sí, ni de los muertos), si bien ha sido un año difícil (miedos e incertidumbre) para la mayoría de nosotros, siento que lo que ha pasado no ES SOLO MALO. Nos ha hecho parar, frenar en seco. Tras aterrorizarnos mucho, a continuación nos ha hecho reflexionar, y esto es bueno, pues nos dimos cuenta de que íbamos corriendo pero, ¿a dónde con tanta prisa? Al parar nos hemos dado cuenta de que tenemos hijos, maridos, mujeres, amigos, vecinos, flores en el jardín... O bien, que algunos estábamos completamente solos, sin hijos, marido, mujer, amigos, ni tan siquiera flores en el jardín. ¡¡Ostras, qué fuerte!! Justyn 


eshijar

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