Este tiempo de pandemia nos ha “obligado” a recluirnos y vivir hacia el interior; hacia el interior de nuestros hogares, pero también de nosotros mismos. Y hemos comenzado a echar en falta y valorar mucho más, todo aquello que antes nos parecía normal: un beso, un abrazo, una caricia, un apretón de manos, una mano en el hombro... Por eso, nos aferramos al teléfono, ese aparato que, mediante llamadas o videollamadas, permite ver a los nuestros. Pero no es lo mismo, claro, porque solo sirve para “mirar y no tocar”, como ponía en algunas tiendas.
¿Que cómo lo vivimos? Aquí dejamos algunos valiosos testimonios de personas de distintos lugares, y con edades y profesiones diferentes, que nadan entre desasosiego y esperanza. ¡Cuánto nos parecemos por dentro!
Este lunes y martes, publicaremos testimonios de mujeres y el miercoles testimonios de hombres.
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Desde hace un año, en que comenzó esta terrible Pandemia, mi vida familiar ha cambiado totalmente .Lo que más recuerdo con enorme tristeza, son las fiestas de Navidad, Año Nuevo… siempre celebrábamos estas fechas en familia. El mes de diciembre, se vistió de luto, de añoranza y soledad. Pero me sentí envuelta en un halo de amor profundo,que me llegaba a través del móvil, con video llamadas y besos lanzados al aire, respirando ese olor a cariño, que es inigualable. Olía a flores, y a caricias tan suaves como las de mariposas, libando las flores. El verdor de la esperanza, nos mantiene unidos. Carmina Seva Alemany
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Me duele la soledad de no poder compartir esos abrazos que tanto necesito. Esos abrazos fuertes, intensos, llenos de amor, los que llegan a lo más profundo del ser. Poder escuchar los latidos de otro corazón que misteriosamente, late al mismo tiempo, a la vez trasmite a mi cerebro una sola frase...”No te preocupes, todo pasa”.
Me falta la risa. Esa risa contagiosa imposible de parar, que limpia todo por dentro y te hace empezar de nuevo. María Luisa Valls.
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“Cuando todo esto pase, iré corriendo a abrazarte”. Esta frase de una canción de Rozalén, resume lo que llevo un año sintiendo. Y pienso: “ y eso que no estoy sola, ni he pisado el hospital, ni me he quedado bloqueada en otro país, y puedo trabajar... soy súper afortunada”, pero necesito llenar de besos a mi madre y sonreír a la gente cuando doy los buenos días, y recibir sus sonrisas y abrazar a mi familia y a mis amigos y ver a gente compartiendo una comida sin miedo a poner su mano donde otro la ha puesto antes.
Por todo eso, cada día me repito: “Cuando esto pase, iré corriendo a abrazarte”.
Nuria Romero.
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La pandemia del COVID 19 ha tenido un efecto enorme en nuestras vidas. Nos ha hecho enfrentarnos a retos estresantes y nos ha provocado emociones fuertes, nos ha hecho sentirnos aislados, aumentando el estrés y la ansiedad. Nos han surgido sentimientos de temor y tristeza, cambios en los niveles de energía, dificultad para concentrarnos, para dormir y reacciones físicas como dolores de de cabeza, dolores corporales.En tiempos de distanciamiento social, es particularmente importante mantenerse conectado con amigos y familiares, ayudarnos entre personas a sobrellevar todo esto mediante llamadas o videollamadas nos puede hacer sentir menos solos y aislados. Mª Ängeles Pinilla
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La pandemia vino de repente, mis padres se quedaron en casa.
Hacía mucho tiempo que no compartía tanto tiempo con ellos.
Sentimientos de agradecimiento y dulzura por parte de ellos, entrega y miedo desde que aparecieron en casa.
Ahora desde la distancia agradezco el tiempo vivido aunque el final haya sido el adiós para siempre de mi padre. Teresa Valdés.
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No tengo muy claro cuales de todos los afectos están ocupando mi corazón durante la pandemia. Quizá sería el de la indignación. Ver cómo la industria farmacéutica maneja los datos del bien preciado de las vacunas; cómo los desaprensivos engañan a gente inocente a través de páginas web, o cómo la juventud desaforada organiza fiestas sin calcular las consecuencias. Las miradas desconfiadas, el acopio de bienes materiales, la sospecha ante una tos inoportuna, nos acercan al filo de la humanidad descarnada. La pandemia nos está enseñando a ser peores personas si cabe. Almudena Mora.
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Mi madre estaba tan bien, que viajaba sola hasta Sudáfrica meses antes del confinamiento. En el mes de mayo, por fin, pude verla. Estaba desorientada, descreída del covid y no sabía llegar sola al cuarto de baño. Nos miraba extrañada a todas su hijas con mascarilla, mientras sonreía y negaba la existencia del virus. Todo mi ser se inundó de una tristeza inmensa. El individualismo nos había hecho desembarcar en el puerto de las demencias.
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Mis vaivenes de afectos los divido en tres etapas: la primera, no nos damos cuenta aún de que nos faltan abrazos y caricias. La segunda: “esto pasará pronto, paciencia”. La tercera ha sido la peor para mí, porque tengo la sensación de que nos estamos acostumbrando a vivir sin caricias y sin ese contacto personal que tantas veces nos consuela y nos hace tanta falta. Conso Mateo.
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Cuando cambió la vida para salvar la vida, todo empezó a crecer ante mis ojos. Mis manos comenzaron a tejer lo distinto, a nombrar lo distinto, a sentir lo distinto. Sentimientos distintos llegaron a mis venas, mis versos, mis latidos, mis entrañas. La mirada en las palabras nuevas, iguales y a estrenar. Amor, dolor, tristeza, alegría… miedo y temblor ante lo colectivo. Aplausos a las siete de la tarde, y ese sentirme dentro de una estirpe que se agranda en tiempos de derrota y sabe renacer cada mañana cerca del corazón. Nieves Álvarez.
RASTAS DE EMOCIONES
La oscuridad se apoderó de mi luz, de mis sentimientos, de mi sensatez. Me sacudió la
razón embriagando de anhelos y desesperos a mi corazón. Fueron días tan espesos, que
apenas podía ver mis pies clavados en el suelo. Se me borró la sonrisa a base de tachones, acomodándose de golpe la rutina en ese “sillón” dónde apenas me sentaba antes. Los días fueron eternos y las emociones convertidas en rastas, muchas de ellas meconfundían, lanzando mi autoestima a un lugar desconocido dónde tardé en encontrarla. Fueron días de mucha rutina, desesperos y lágrimas derramadas sobre mi almohada. Estrella fugaz. Amalia Carbellido.
Recopilación de eshijar.
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