lunes, 25 de mayo de 2020

APUNTES Y CURIOSIDADES DEL PADRE SELLERAS , GUARDIAN DEL CONVENTO DE HIJAR .


Ayunaba muchas veces con pan y agua, comía cada veinticuatro horas, se echaba desnudo a los zarzales hasta que sangraba por todo el cuerpo, llevaba una alforja con piedras y andaba descalzo y mal vestido por la nieve y el agua fría), devoto del Santísimo Sacramento, predicaba por los lugares “más desventurados y tristes”, enseñaba a hacer el acto
de contrición y oraba por las almas del purgatorio. Padeció muchas persecuciones, trabajos e injurias. Dios le dotó del espíritu de profecía, lo que le permitió saber que iba a morir en Visiedo (Teruel), en la predicación de la Cuaresma.

En los siglos XVII y XVIII se tomaron diversas iniciativas para propiciar la beatificación del franciscano fray Pedro Selleras (1555-1622), quien a lo largo de su trayectoria vital y después de muerto estuvo muy vinculado a un extenso territorio de Aragón, entre ellos en Hijar, como Guardian del Convento de Nuestra Señora de Los Angeles , pero no llegaron a fructificar.

Además, tras su muerte, en la casa que expiró apareció «un extraordinario resplandor en el aire, que a modo de un sepulcro estuvo más de dos horas tomando como una nube muy resplandeciente y clara
que se trasladó hacia el convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Híjar, donde moraba en vida el difunto. Estos poderes sobrenaturales fueron en aumento después de su muerte. Las disputas entre las poblaciones turolenses de Torre los Negros, Híjar y Visiedo (lugares de nacimiento, residencia y muerte, respectivamente) y Calamocha (el convento franciscano más cercano a Visiedo) facilitaron la narración de los más diversos sucesos prodigiosos o milagros cuando fue exhumado su cadáver, cuando sus restos o reliquias fueron repartidos por las diversas localidades por donde pasaba la comitiva que trasladó el cuerpo muerto mutilado desde Visiedo hasta Híjar, y después de que los restos fuesen inhumados nuevamente en Híjar.

Las señaladas disputas se iniciaron nada más ser enterrado el padre Selleras en una sepultura “muy honda” en la iglesia parroquial de Visiedo. Todo empezó a raíz de las reclamaciones de los franciscanos de Híjar. El intercambio de propuestas duró treinta y ocho días, hasta que el 6 de abril de 1622 el obispo de Teruel, don Tomás Cortés, dictó la
sentencia de que los moradores de Visiedo debían entregar el cuerpo enterrado de Selleras a los franciscanos de Híjar, disponiendo también que los primeros se quedasen con el brazo derecho y que no se pagase ningún derecho por la traslación.

Como hemos adelantado, con el levantamiento del cadáver sepultado se inició otra nueva etapa sobrenatural del padre Selleras, cuando uno de los asistentes al acto vio que el cirio que portaba se encendió por sí solo. Además, el cuerpo enterrado –después de un mes y varios días– estaba incorrupto, y por ello extendió las manos en forma de cruz.
Brotó abundante sangre cuando le cortaron el brazo derecho, lo que fue aprovechado por los asistentes para tener pequeñas reliquias, después de secar el preciado líquido con pañuelos. Entre los asistentes al acto estuvo el licenciado Felipe Sánchez del Castellar, sacerdote, natural de
Torrelosnegros. Todos los enfermos que tocaron el cuerpo recién sacado de la tierra llegaron a sanar.

Despues de un largo peregrinar, la comitiva funebre partió desde Belchite hasta concluir su etapa final en la villa de Híjar aunque, antes de llegar, las autoridades laicas y eclesiásticas y varios habitantes salieron a su encuentro en la ermita de San Braulio. También concurrieron muchos vecinos de los lugares de la comarca, los
religiosos del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles y otros frailes y religiosos de diferentes órdenes (los agustinos del convento de Santa Quiteria de Samper de Calanda y otros). El vicario de Híjar mandó que la caja con los restos del padre Selleras la portasen los sacerdotes y religiosos y, en procesión, se dirigiesen a la iglesia de la villa.

Ocuparon un lugar preeminente en la procesión los cofrades
de número de la cofradía del Rosario (150 miembros, con sus cirios y hachas), con el concurso de las siguientes autoridades y distinguidos miembros: el gobernador de la villa; el justicia, jurados y gobierno de Híjar; el justicia, jurados y consejo de la parroquia de la nueva población de dicha villa; el mayordomo y consejo de hidalgos de Híjar; y el alcalde y jurados de la villa de Belchite. Llegando a la iglesia, en un túmulo se puso el féretro con los restos (cubierto con un paño de terciopelo negro) y el vicario con otros sacerdotes y religiosos cantaron unas vísperas de difuntos y un responso.

Al final de la jornada se guardó el féretro en la sacristía y, al día
siguiente, hallaron que del cuerpo había salido mucha sangre. Los paños que se utilizaron para recogerla sirvieron de reliquias. Después de reposar otra noche en la sacristía de la iglesia, por la mañana se formó una nueva procesión para trasladar los restos desde la iglesia parroquial de Híjar hasta el convento de Nuestra Señora de los Ángeles de dicha villa.

 La comitiva pasó primero por el palacio de los duques de Híjar y, dando una vuelta por la población, llegaron a dicho convento. Mientras tanto, el féretro fue llevado en hombros por los siguientes participantes: los padres agustinos de Samper de Calanda, el gobierno de la villa de Híjar, el consejo de la parroquia de la nueva población de dicha villa,el consejo de la villa de Belchite, los hermanos franciscanos y, finalmente, los clérigos de Híjar. Arribando a la iglesia conventual, se cantó una misa y el cuerpo fue expuesto durante todo el día. Llegada la noche, se enterraron los restos del padre Selleras en la capilla de Nuestra Señora (también conocida como de San Antonio de Padua). A partir de ese momento, algunos enfermos que visitaron el sepulcro vieron curadas sus dolencias.



Autor :  Jose Ignacio Gómez Zorraquino .

2 comentarios:

  1. Y hoy en día sigue enterrado en el convento??

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  2. A principios del siglo XX su cuerpo fue trasladado al Altar Mayor de la Iglesia Parroquial por expreso deseo de Don Florencio Jardiel. Durante la guerra civil se profano su tumba.

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