UN TROCICO DE ARAGON EN ALICANTE . Autora : Teresa Rubira.

Una jota en tu tierra, es motivo de alegría. Una jota fuera de tu tierra, motivo de emoción.  Más de treinta años han pasado, pero recuerdo perfectamente aquel día glorioso en el que paseé con orgullo mi traje de baturra por calles alicantinas. Y es que la ocasión merecía. 

Cuando en el Centro Aragonés me confirmaron que por fin iba a venir el Pastor de Andorra, no podía creerlo. Lo primero que hice fue llamar a Sor Carmen.  Las bandurrias y guitarras sonaron como nunca en la iglesia. No podía contener las lágrimas pensando en la Ofrenda que en ese mismo momento se estaría llevando a cabo en Zaragoza. Y pensando también en los diversos motivos que arrancan a una persona de su entorno y la trasladan a otros lugares; en todos aquellos que emigran, forzados o no, y que siempre llevan consigo un trozo de la tierra que los vio nacer. 

Tras la entrañable misa aragonesa, nos hicimos los tres una foto delante de la imagen de nuestra Pilarica. Yo me sentía tremendamente protegida: la monjica representaba mi niñez. El Pastor, mi tierra. La Virgen, el Pilar que nos unía y al que nos aferrábamos.

En la comida que siguió a continuación, la voz de las jotas fue como una cuna que nos meció a todos. Entusiasmó, emocionó, hizo vibrar corazones, tanto maños como alicantinos. Charlamos (sobre todo de su querida Pascuala), y disfrutamos a tope en un día memorable.

Guardo esta foto entre mis recuerdos más entrañables, y también se la mandé al Pastor para agradecerle de nuevo los buenos momentos que nos hizo pasar. 

Hoy, que ya nos mira desde arriba junto a su nieto, sé que cantará alguna vez “La palomica” por los pasillos del cielo, y sabrá de la huella que nos dejó.

¡Gracias, José! ¡Gracias, Sor Carmen!


Autora :   Teresa Rubira.