La figura del aguador en los años 40 era esencial en muchas ciudades y pueblos, especialmente donde el agua corriente no llegaba a todas las casas, dedicándose a transportar y vender agua desde fuentes o pozos hasta los hogares mediante cántaros, burros o carretas, un oficio humilde pero vital, a menudo con pregones distintivos y rutas propias, reflejando la vida cotidiana antes de la plena modernización del suministro hídrico, y se inmortalizó en obras de arte como la de Velázquez.
La Calle Aguadores de nuestra localidad, se llama así, porque era la entrada tradicional de los aguadores que procedian de Valdoria, en Albalate del Arzobispo.
En resumen, el aguador de los años 40 era un eslabón humano crucial en la cadena de suministro de agua, una profesión que combinaba la fuerza física con la vida social de la calle, un oficio que se desvanecía pero que dejó una huella importante en la memoria colectiva.
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