El médico escocés James Lind observó en 1747 que, si a la dieta de los marineros se les añadía jugos de limón o de otros cítricos, no enfermaban de escorbuto. Por eso, al ácido que contienen los cítricos se le llamó primeramente “ácido ascórbico” (es decir, ácido sin escorbuto). No se le dio un nombre acorde con la terminología de los químicos, porque entonces todavía no se conocía su composición.
En los primeros años del siglo XX se descubrió por qué el ácido ascórbico previene contra el escorbuto. Aunque consumamos colágeno por medio de la carne, las reacciones químicas que son necesarias dentro de nuestro organismo para que éste lo pueda utilizar, son tan enormemente lentas que no estará disponible para su uso hasta pasados varios meses. Pero el ácido ascórbico (hoy lo llamamos “Vitamina C”) es un potente catalizador que acelera muchísimo estas reacciones, por lo que si además de colágeno, consumimos alimentos ricos en Vitamina C, tendremos puntualmente asegurada nuestra dosis diaria de colágeno útil, y no contraeremos el escorbuto.
El ser humano y los demás primates no pueden sintetizar la vitamina C dentro de su organismo, por lo que inevitablemente deben recurrir a consumir los alimentos que la contienen. Sin embargo, los demás mamíferos la sintetizan de forma natural en su hígado, y ya no dependen de este tipo de nutrientes.
LAS VITAMINAS.- Al igual que la vitamina C, existen muchas otras sustancias que actúan como CATALIZADORES de las lentísimas reacciones químicas propias del metabolismo. Es decir, que su cometido en nuestra nutrición es diferente del que desempeñan los azúcares (que nos proporcionan energía) o las proteínas (que nos proporcionan materia para renovar nuestras células). En lenguaje vulgar, podríamos decir que las vitaminas “no nos engordan”, pero son absolutamente indispensables para la vida, porque sin ellas, al ser tan lentas las reacciones químicas propias del metabolismo, no dispondríamos a tiempo ni de azúcares ni de proteínas para nuestra vida cotidiana. Los alimentos vegetales son muy ricos en casi todas las clases de vitaminas.
En 1912, el científico Casimir Funk, descubrió algunos de estos catalizadores biológicos y comprobó que eran compuestos de un tipo al cual los químicos lo conocen con el nombre genérico de “AMINAS” (las AMINAS contienen Nitrógeno e Hidrógeno, unidos a cadenas largas en las que hay Carbono y otros elementos). Por otra parte, Funk tenía bien claro que estos compuestos son absolutamente indispensables para la vida, es decir, que son “VITALES”.
Como es bien sabido, en nuestro idioma, al igual que en las demás lenguas de origen latino, existe una regla gramatical, según la cual se coloca primero el nombre común y después el adjetivo. Si Casimir Funk hubiera sido español, habría respetado esta regla, y a las sustancias que él descubrió les habría llamado “AMINAS VITALES”.
Sin embargo, en los idiomas inglés y alemán se hace lo contrario, es decir, que primero se coloca el adjetivo y después el sustantivo. Además, el adjetivo no se pone en plural. Por esa razón, Funk, propuso para las sustancias que él había descubierto el nombre genérico de “VITAL AMINAS”. Juntando las dos palabras, se obtiene el nombre “VITALAMINAS”, nombre que se hizo enseguida muy popular; pero como esta palabra es larga, por facilidad de pronunciación, perdió muy pronto la sílaba “LA” intermedia, quedándose en “VITAMINAS”, que es el nombre por el que las conocemos hoy.
En realidad, no todas las vitaminas que conocemos hoy son exclusivamente compuestos del tipo AMINA. Posteriormente, los científicos han descubierto que algunas de ellas son compuestos de otras especies químicas diferentes; por ejemplo, de las llamadas (por los químicos) FENOLES, ÁCIDOS, etc. Por lo tanto, un nombre más apropiado para el conjunto de todas ellas, sería el de “BIOCATALIZADORES” (porque así incluiría a todos los tipos de compuestos que aceleran las reacciones químicas del metabolismo de los seres vivos, que no son sólo las aminas). No obstante, el nombre de “VITAMINAS” se ha hecho hoy en día tan enormemente popular que ya es imposible cambiarlo.
Recordemos ahora que ya dijimos que una de las características más importantes de todos los catalizadores es que son específicos. Es decir, que cada uno de ellos sólo puede acelerar un tipo concreto de reacción química. Por lo tanto, hay muchas clases diferentes de vitaminas.
Cada tipo de vitamina sirve para un único cometido. Por ejemplo, ya hemos comentado que la vitamina C acelera la transformación del colágeno, y su ausencia causa el escorbuto. La vitamina A sirve para acelerar las reacciones químicas que proporcionan sustancias fotosensibles a la retina del ojo, por lo que su escasez produce la ceguera. La vitamina D acelera la incorporación de Calcio y Fósforo a los huesos; por lo tanto, su insuficiencia produce enfermedades óseas, etc, etc. En la figura siguiente aparece un breve resumen de las principales vitaminas que contiene cada tipo de alimentos.
Se conocen 13 tipos distintos de vitaminas, a las que se les designa con letras mayúsculas del alfabeto: Vitamina A, Vitamina B, Vitamina C, etc; pero además cada una de ellas tiene varios subtipos que se indican con un número. Por ejemplo, hay vitamina B1, vitamina B2, etc; y así hasta la vitamina B12, de la que ya hablamos en un artículo anterior (“El trabajo de los Científicos”, publicado en “eshijar” el 24 de enero de 2021).
Resumiendo, una dieta equilibrada debe contener: Azúcares (que nos proporcionan energía), Proteínas (que son el material con el que construimos y reparamos nuestras células) y Vitaminas (que son los catalizadores que aceleran el metabolismo, permitiéndonos así disponer de azúcares y proteínas rápidamente, al mismo ritmo en el que las necesitamos diariamente). Pero como hay muchos tipos de vitaminas, y como todas ellas son catalizadores específicos, no nos basta con un único tipo de vitaminas. Necesitamos todas las clases de vitaminas que existen.
Nuestra dieta alimenticia debe ser equilibrada, y además, completa en los tres tipos de nutrientes. En general, los especialistas en nutrición recomiendan la dieta mediterránea, que cumple ambos requisitos. No recomiendan, ni la dieta exclusivamente vegetariana (porque si bien este tipo de alimentación es muy rico en vitaminas, es a la vez muy pobre en los otros dos tipos de nutrientes), ni tampoco la costumbre opuesta, bastante extendida en nuestro país (que consiste en consumir productos cárnicos en exceso, pero muy pocos o ningunos vegetales o frutas, lo que puede originar carencias de algunos tipos de vitaminas).
En lo referente a nuestra alimentación, es conveniente prestar atención a los especialistas en nutrición, y no hacer caso de los numerosos bulos o “dietas milagrosamente adelgazantes” que circulan, procedentes en general de gente que no tiene ninguna preparación ni suficientes conocimientos.
Autor : Enrique Garralaga Robres.
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