Esta vez, como otras muchas, le tocó a la zona del entrañable barrio de San Antón. Comencé subiendo por San Braulio, asomándome a todas las callecicas estrechas (que a esa hora encontré vacías). Un silencio respetuoso me permitía saborear el momento y tocar las paredes para sentir sus latidos junto a los míos.
La calle donde nació mi padre y vivió la familia; enfrente justo, la puerta del corralico pequeño donde, inexplicablemente, metían el carro; el patio donde se ponían la tías Samperina o Marquesana (no acierto a precisar), a vender sus merengues alguna tarde de domingo.
Las entradas a la plaza con el precioso granero al fondo (urge rescatar ese edificio), y el “sin par” alto de la Cuesta del Olmo, que me cautiva especialmente, y desde el que se divisan nuestras dos ermitas. Me he recorrido todo a distintas horas del día y siempre encuentro matices diferentes.
Acabo en la plaza. ¡Nunca me cansaré de alabarla! Definitivamente, confirmo, que no hay nada mejor, más grande, más hermoso y digno de amar, que tu propio pueblo. Por eso lo llevo siempre conmigo.
Autora : Teresa Rubira.
Muy interesante, y cuanta pasion pone la Teresica.
ResponderEliminarViva el barrio judío.
ResponderEliminarMi san anton de andanzas infantiles. Hace la tira de años.
ResponderEliminarBonitas fotos de nuestro pueblo y viva El Barrio de san Antón.
ResponderEliminarUn barrio que merece más protagonismo. Que encanto tiene y que buena gente la que lo habita
ResponderEliminarTú, nuestro pueblo es lo más bonito y en el barrio de San Anton, donde yo nací me trae recuerdos la mi niñez, aunque escasos por mi memoria de ahora pero siempre gratos.
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