jueves, 20 de febrero de 2020

EL RETUMBAR DE LOS TAMBORES .


Del Jueves Santo al Domingo de Resurrección, el tambor y el bombo son los protagonistas en las localidades turolenses del Bajo Aragón; Híjar, Alcañiz, Calanda, Andorra, Alcorisa, Albalate del Arzobispo, Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaen.

Su sonido ya no cesará más que breves momentos y las manos que los golpean acaban heridas y su sangre mancha el tambor. Un color para cada localidad en este rito penitencial: morado en Calanda, azul en Alcañiz, blanco en Alcorisa, negro en Híjar, rojo en Andorra.

Buscar el origen de las tamborradas del Bajo Aragón no es fácil. Las más antiguas son las de Híjar y Alcañiz. La tercera en importancia, pero posterior, es Calanda, popularizada por Luis Buñuel. Fue el duque de Híjar quien en 1517 pidió a los franciscanos que celebrasen una Semana Santa lo más penitencial que pudieran.

En el siglo XVIII, las tamborradas estaban muy documentadas y se hablaba de «nazarenos con tambores de parches destemplados que acompañan al sacerdote en la procesión del Santo Entierro recordando con sus ruidos el cataclismo que sufrió la tierra cuando Cristo murió». Nunca dejaron de celebrarse, ni siquiera cuando en la Segunda República fueron prohibidas y los tambores sonaban sin que se supiera de dónde venían sus redobles. 

En Híjar, segundos antes de las doce de la noche del Jueves Santo, se hace un impresionante silencio, a pesar de los cientos de personas que llenan la plaza y las calles cercanas. Pero cuando el alcalde hace con la vara la señal, un sonido alucinante de tambores, sonando todos a la vez, golpea los oídos. Es la famosa rompida. El sonido duro, monótono, evoca una determinada tristeza; por algo estará oyéndose durante el tiempo en que Cristo estuvo muerto.

Los grupos recorren durante toda la noche las calles. A las dos de la madrugada sale una especie de procesión conocida como los rosarieros, o despertadores, que van entonando unos antiguos cantos como si fueran auroros: lo hacen en 14 lugares que corresponden a las 14 estaciones del Vía Crucis. Luego, al terminar, vuelven de nuevo los redobles. De tanto golpear acaba saliendo sangre, que va dejando una mancha roja en la tersa piel del tambor. 

Muchos protegen la mano con guantes o pañuelos, pero otros, por penitencia, llevan la mano desnuda. Los tambores que mejor sonido tienen son los de piel de cabrito o ternero, que ha de ser de cabra para los bombos. A las diez de la mañana del Viernes Santo se forma la procesión en la colina del Calvario. Alrededor de las imágenes van agrupándose los nazarenos vestidos de negro y con tambores y bombos. La procesión desciende lentamente hasta el pueblo mientras el sonido se escucha a varios kilómetros.

Pero aunque en todas las localidades se toca el tambor, cada una tiene sus tradiciones. Así, en Alcañiz los tambores empiezan a sonar el Viernes Santo a mediodía. La cofradía se llama de los Nazarenos y todos llevan un tambor con crespón en señal de duelo, y algunos un bombo. Cada vez que se llega a determinadas cruces suena un toque de trompeta y tras un corto rezo vuelta a sonar los cientos de tambores.
En Calanda, el romper es a las doce de la mañana del Viernes y es donde más mujeres participan. En Alcorisa se representa además una pasión viviente. el Drama de la Cruz, con un impresionante calvario en que los protagonistas, más de quinientos, tienen que subir al cercano monte que hace de Gólgota.

En Albalate comienzan los tambores a las doce de la noche del Jueves Santo, destacando su Vía Crucis y la cofradía de los alabarderos, que van marcando el paso en las procesiones. En Samper se rompe la hora a las doce de la noche del Jueves Santo y desfila el llamado Cristo de la Cama, que es una figura articulada, así como el Mormemto, un gran lienzo. En Andorra, la rompida es a las doce de la noche del Jueves Santo con el llamado Cristo de los Tambores, que desfila en la madrugada del Viernes. En Urrea comienzan los tambores el Jueves por la noche y es el menos multitudinario de todos. En Puerta de Híjar, Finalmente, se comienza a las doce de la noche del Jueves. 

Junto a Alcañiz, viniendo de Zaragoza, hay un enorme monumento al tambor. Es obra del turolense José Gonzalvo, tiene varios metros de diámetro y muestra en su centro a un hombre alto con los palillos en la mano. Todo un homenaje al instrumento que suele acabar la Semana Santa ensangrentado. No son los palillos (que eso forma ampollas), sino el rozar de los nudillos con el bombo lo que causa las heridas. Muchos bombos llevan manchas de sangre seca y las fechas de los años en que se han tocado.

La ruinas de Julia Celsa se encuentran en lo que ahora es Velilla del Ebro, a 36 kilómetros de Híjar y 50 de Zaragoza. Celsa fue puerto fluvial de donde salían las naves romanas cargadas de trigo remontando el Ebro hasta el Mediterráneo. Pero la fama a Velilla le vino por su campana —la misma que preside su escudo—, que estaba en la ermita de San Nicolás, levantada justo en lo que fue templo de Diana. La campana tocaba sola cada vez que se avecinaba una tragedia. Sonó avisando de los acontecimientos importantes para Aragón de los siglos XV, XVI y XVII, como la derrota de Alfonso V de Aragón en Ponza (1435), el asesinato del inquisidor Pedro Arbués (1485 en Za-ragoza) , la muerte de Fernando el Católico (1516), y del Emperador Carlos I (1558). El levantamiento de los moriscos (1601), otras batallas y algunas inundaciones. La campana fue refundida en 1841 y perdió sus propiedades. Pero la gente siguió creyendo en su magia. En 1970 se recogieron los pedazos que quedaban y se refundieron, pero ya nunca más ha vuelto a anunciar nada ni a tocar sola.


Autor :  www.hola.com

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