lunes, 18 de agosto de 2025

Pepe Pastor: «Me apasiona la etnografía y lo que sentí por la dulzaina fue un flechazo». Autora : Beatriz Severino.



EncontrARTE. Entre los dulzaineros bajoaragoneses el andorrano es un referente. Es uno de los impulsores de la recuperación de la música tradicional y eso incluye partituras (tiene más de 9.000 solo de Aragón) y el revivir de varios dances.

 Apilados en sus fundas descansan panderos de muchas clases, también cuadrados. Ocupan los estantes de una habitación junto a algunos yembés, tarotas, chiflos y una amplia gama de dulzainas. No hay dos iguales y a todas las hace sonar. Pepe Pastor Montañés (Andorra, 1958) no atesora instrumentos para condenarlos al silencio. Los saca a la calle en cuanto puede y por eso los localiza rápido cuando los necesita. La música tradicional en el Bajo Aragón lleva el impulso de Pepe Pastor, que llegó a la dulzaina a través de la etnografía. Es su pasión desde hace muchos años, también cuando siendo muy joven lo suyo era el rock. O eso parecía hasta que descubrió la dulzaina. Su padre había tocado saxofón, y en casa había una guitarra, un laúd… «Empecé de muy joven con los amigos, y nos enseñábamos los acordes», sonríe. Formó parte del grupo de rock andorrano Acolla y ya grabaron un disco, luego llegaron Deluxe y Fenómenos Extraños también.

Combinó su trabajo como técnico de instrumentación en la central térmica con sus ratos libres investigando y haciendo trabajo de campo. «En internet encuentras cómo se hacían las cosas, pero hace 30 años eso te lo daba la gente», dice. Encontró una luz en la Universidad Popular de Andorra, y la adhesión a la federación nacional derivó en la creación entre varias de SEIS: Seminario de Etnografía e Investigación Social. «Fuimos a hablar con la asociación de viudas, al hogar… Íbamos a que nos contaran cosas y a veces te cantaban, te contaban un cuento o un romance. Todo se recopiló», incide.

En un encuentro en Palencia a finales de los 90 se topó con una dulzaina. «Un tipo sacó de un maletín flautas y de repente una dulzaina. Me maravilló la potencia y lo bien que sonaba, fue un flechazo», dice. El tipo era Juan Cruz Silva, de los Dulzaineros de Campos (Palencia). «Él tuvo la culpa, tenemos buena amistad y es fijo en el Arundo Donax de La Puebla de Híjar, el evento por excelencia del sector y en el que tengo el honor de participar desde que me invitó Mario Gros, otro grande», dice.

Un flechazo de casi tres décadas

Seguidamente, llegó la formación de La Martingala, el grupo de dulzaineros de Andorra por mediación de la Universidad Popular. Comenzaron las clases con profesor a las que acudían también gente de Alcorisa, Calanda o Híjar, hasta que con el tiempo se fueron creando grupos en estos pueblos. «Pero hay muy buen rollo», ríe. «Nos juntamos, de hecho, los encuentros son muy importantes porque siempre se aprende». Al calor de la recuperación de la música tradicional llegó después la de algunos dances. Pastor ha formado parte activa del revivir de los de Andorra, Híjar, Alloza, Urrea y Albalate. También ha sido testigo del resurgir de los de Escatrón y Los Olmos. «Los dances son algo muy enriquecedor por la variedad, no se parecen en nada entre sí aunque tengan algo común, las músicas son muy diferentes porque han evolucionado distinto en cada pueblo», reflexiona. En cada pueblo se hizo un esfuerzo porque tuviera su grupo de dulzaineros propio para facilitar la pervivencia del dance. Él se dedicó a enseñar en varios, pero huye de la palabra maestro aunque es como se refieren a él. «Se me queda grande, yo inicié a gente en la dulzaina pero si hay profesor la enseñanza es cosa suya», dice.

De esa aventura salió otra, y es que para tocar sus músicas hubo que indagar y recopilar las melodías. «Fuimos encontrando en internet pero escritas de una forma muy confusa. Las desciframos y cotejando con libros coincidía con lo que habíamos hecho y las recopilamos. Nos sirvió para aprender a utilizar programas de edición de partituras», añade. Así sumó una afición más que practica a diario volcando en el ordenador partituras que encuentra en diferentes fuentes. «Le pillé el gusto y cada día me dedico a pasar dos o tres. Solo de Aragón tengo recopiladas más de 9.000 partituras. Hay de todo, mucho canto religioso, rosarieros, pasacalles… Desde que me prejubilé me lo paso muy bien con mis cosas, no paro», ríe.

El presente no está mal, en el futuro hay incertidumbre, pero si mira atrás, el objetivo que se marcaron cuando empezó la vuelta de la música tradicional está conseguido. «Nos esforzamos porque la gente asociara fiesta a dulzaina, a que si había gigantes, romerías, hogueras o carreras pedestres teníamos que estar. La gente de 20 años te dirá que ha habido gaiteros toda la vida; es curioso pero para ellos es así, es algo propio; así que, reto logrado», sonríe.


Fuente : www.lacomarca.net

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