Cada olor, cada sabor, cada sonido...,todo nos devuelve a la infancia. Y de ella saco estos momentos que comparto...
Fresones: Viene a mi mente el recordado tio Pilatos, que tenía un bancal pequeño, al final de los de la Leana. Llegaba cada día con su burrica, y cuidaba como oro en paño todo lo que cultivaba. Por este tiempo, sus fresones rojos asomaban la cara entre las hojas, como si nos estuvieran provocando. Y se producía como una lucha interna entre la honradez y el deseo. Confieso que a veces vencía este último y entrábamos con mucho cuidado al riego para arrancar el fruto prohibido. Supongo que el hombre los tenía más que contados, porque siempre le faltaban, justo, los que nos habíamos comido nosotras. Cincuenta años después, cuando muerdo un fresón, no puedo dejar de acordarme de aquel hombre menudo al que queríamos como a uno más de la familia. Supongo que, al estar en el cielo, nos habrá perdonado.
Violetas: La abuela Agustina destinaba un corrico pequeño (en la torre de La Fuente), para sembrar violetas amarillas. Tenían un olor especial, y ella las utilizaba para llenar la casa de pequeños ramilletes que lo impregnaban todo. En la sencillez de esa flor, sigo viendo la grandeza de una mujer que, por encima de todo, era buena.
Lirios: A la abuela Luisa le encantaban los lirios morados (como la túnica del Nazareno) que crecían en la orilla de un bancal de la Vega; y los claveles chinos, y los geranios. Le gustaba también el olor al jabón Heno de Pravia, y siempre tenía pastillas colocadas entre las sábanas y la ropa de la cómoda. Por eso daba gusto abrazarla y sentir el aroma.¡Otra mujer grande!
Calas: En mi recuerdo también el esplendor de esta inmaculada planta. Erguida, majestuosa y pura, ninguna luce como ella para custodiar el Monumento de Jueves Santo, o cuando impone su presencia ante las puertas y cantones del pueblo.
En definitiva, tiempo de una Semana Santa que volverá a ser diferente.. No serpentearán las túnicas negras por las calles, pero nuestros tambores seguirán gritando el dolor de un Cristo, y el de todas las personas que también sufren, o murieron con su particular pasión.
La vida es como una rueda que nos mueve, pero no se detiene. Y ahora nos pasa por un tiempo de fresones, violetas, lirios y calas. Las flores también hacen compañía.
Autora : Teresa Rubira.
Tienes razón, la vida es como una rueda que nos mueve. Y en ese movimiento atrapamos los fresones del tio Pilatos, las violetas de la abuela Agustina, los lirios de la abuela Luisa...., y cientos de pequeñas cosas que nos hacen crecer cada día. Esas cosas que vamos encontrando en nuestro camino y que dan sentido a nuestra vida. Gracias por hacernos recordar que siempre hay tiempo para recordarlas.
ResponderEliminarYo no soy de Hijar, ni he vivido esos momentos pero tus palabras me han hecho sentirlo totalmente, como si yo misma hubiera estado ahí,he cogido esas fresas, he olido esas violetas y el Jabón Heno de Pravia. Gracias por hacerme volver otra época, que al final es con la que yo me identifico, con mi infancia y otros tiempos donde la vida era tan distinta.
ResponderEliminarEstos recuerdos también me traen recuerdos de las cerezas, del tío Santos, en la torre de la Pilarica, buenos tiempos, buenas cerezas.
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