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lunes, 9 de septiembre de 2019

REVISTA DE PRENSA : Adios a Camilo Sesto, un grande de la mejor canción romantica. Autor : Manuel Román .




         

Llevábamos mucho tiempo sin saber de Camilo Sesto. Se atrincheró en su chalé de Torrelodones, a veintiocho kilómetros de Madrid, más o menos desde finales de los años 90. No se ponía al teléfono, era imposible comunicarse con quien para los críticos musicales fue el mejor compositor español de canciones románticas, con una voz impresionante, limpia, que llegó al corazón de millones de hispanohablantes. Con el nuevo siglo, de vez en cuando conocíamos detalles de alguna gira por México y algún otro país, cierta actuación con su único, cuya trelación fie siempre difícil, y la salida al mercado de discos recopilatorios.

En 2018 por fin lo pudimos ver en directo, presentando su "Camilo Sinfónico", en la gala que dio a conocer sus versiones orquestales de aquellas canciones maravillosas con las que triunfara hace más de cuatro décadas. Y luego, de nuevo el silencio. Parecía que hubiera desaparecido. Hasta hoy, cuando la noticia de su muerte nos ha despertado en la mañana de un domingo que esperábamos tranquilo, trayéndonos enseguida a la memoria nuestros recuerdos junto a él, de las muchas entrevistas que le hicimos. Sobre todo en aquella ocasión, en Londres, cuando aprovechando los momentos libres que tenía en unas jornadas de grabación, nos contó su vida, que publicamos muy extractada, mucho antes de que se decidiera a hacerlo en su autografía.

Hubiera cumplido setenta y tres años el próximo 16 de este mes de septiembre. Era el sexto de una familia de Alcoy, de ahí que cuando se hizo cantante profesional optara por usar tal número como apellido artístico. Mas cuando fue a registrarlo oficialmente, le comunicaron que ya existía otro artista con dicha denominación, lo que resolvió anunciándose sin la equis, como ya fue conocido en adelante: Camilo Sesto.

Antes de dedicarse a la música quiso ser pintor, dada su habilidad dibujando. Incluso se matriculó en Bellas Artes. Vendía por cierto sus obras en la calle de los Pintores, del Rastro madrileño. Más vocacionalmente inclinado a cantar, se integró en un conjunto llamado Los Dayson con el que, en el puesto de vocalista, interpretaba versiones del Dúo Dinámico y Los Brincos, tan populares mediada la década de los 60. En poco tiempo pasó a ser asimismo vocalista de Los Botines, grupo notable de esa época. Transcurría 1966 y fueron contratados para actuar en la película Hamelin, cuyo protagonista era Miguel Ríos.

Por entonces lo escuchó Juan Pardo, que además de cantautor muy reconocido ejercía sus primeras labores de productor discográfico. Fue providencial en los inicios de Camilo Sesto como intérprete solista, aunque el primer disco que grabaron, un sencillo con dos temas, pasó sin pena ni gloria: "Llegará el verano" y "Sin dirección", hoy inencontrable y pieza, imagino, muy perseguida por los coleccionistas de rarezas. Mientras le llegaba su hora formó parte de los coros que acompañaron a Juan Pardo en un memorable recital celebrado en el madrileño teatro-cine Carlos III, hoy convertido en un centro gastronómico, y en grabaciones de varios artistas, entre ellos Marisol y Andrés do Barro.

Su segundo disco le deparó el que puede considerarse su primer éxito: "Buenas noches", adaptación libre de la célebre "Canción de cuna", de Brahms. Le siguió luego, en creciente popularidad "Lanza tu voz". Formando parte del jurado del premio de la crítica recuerdo haberle votado en el Festival de la Canción del Atlántico de 1971, en el Puerto de la Cruz, Tenerife, que ganó con holgura. Y a partir de entonces ya su nombre fue figurando en los primeros puestos de las listas de éxitos, lo que ocurrió con "Ay, ay Rosetta", a quien dedicó la rítmica melodía: Rosetta Arbex, hermana de Fernando, líder de Los Brincos. Se la había presentado Junior e iniciaron un romance que duraría al menos un par de temporadas.

No se supo hasta tarde que Camilo había tenido otros idilios, el primero con la cantante italiana Laura Casale, que se dio a conocer en España a mitad de los 60 y también otro, posterior, con Andrea Bronston, hija del que fuera todopoderoso productor cinematográfico Samuel Bronston, quien se destacó como parte de los coros de Camilo y también de Miguel Bosé posteriormente. Andrea estaba "coladísima" por el cantante alicantino, pero él acabó dejándola, después de nueve años de relación como me confirmaría la encantadora cantante. Ya se murmuraba que a Camilo le iban otro tipo de amistades, cuando lo señalaban como un ser andrógino. Mas bien era, sencillamente, bisexual si nos atenemos a sus preferencias sentimentales.

Fue en 1972 cuando "Algo de mí" se clasificó en primer lugar de todas las listas. La canción fetiche, en adelante, de Camilo. Después vino "Amor, amar", con letra de Lucía Bosé y música del alcoyano. Camilo se hizo muy amigo de la estrella italiana, al punto de que llegó a afirmarse que era amante suya. Más cierto es que Camilo Sesto y Miguel Bosé se hicieron muy amigos, y aquel produjo a éste su primer disco, que resultó un fracaso, cuando el hijo de Luis Miguel Dominguín empezó sus primeros pasos en la música. La verdad es que sobre los amores de Camilo ya se comenzaba a especularse en las revistas del corazón y de pronto le endosaron un noviazgo con la actriz Maribel Martín, que tuvo algunos visos de realidad.

Sus discos ya se vendían con cifras elevadas: "Algo más", "Todo por nada", "Ayudadme", "Quieres ser mi amante", "Melina" (dedicada a la excelsa actriz griega Melina Mercouri)… Y en diciembre de 1975, el bombazo, al estrenar la primera ópera-rock de éxito en España, Jesucristo Superstar. Arriesgó mucho Camilo como empresario pero mereció la pena. Logró un triunfo incontestable junto a la por entonces casi desconocida Ángela Carrasco.

Extractaremos a continuación su biografía musical, por razones obvias de espacio: "Vivir así es morir de amor", "El amor de mi vida", "Más y más"… Comenzando la década de los 80 su estrella fue declinando. Vendía menos discos. Y de pronto, una noticia que los semanarios del corazón publicaron con todo lujo de detalles: el 24 de noviembre de 1983 Camilo era padre de un niño, al que inscribieron como Camilo Michel Ornelas Soto, con los apellidos de la madre, la mexicana María Lourdes, que así tuvo que hacerlo porque al principio el padre se negó a darle al bebé sus apellidos. María Lourdes había sido secretaria del cantante. Un año después, Camilo cedió, cambiando de actitud. Y el niño sería ya para los restos Camilo Blanes Ornelas. Eso sí: él mismo nos confirmaría que a la madre, después de un reencuentro de veinte minutos que tuvieron en México, no volvió a verla nunca más. Al menos, así nos lo garantizó.

En 1986 optó por radicarse en los Estados Unidos. Vivió en Miami largas temporadas, donde habitó un lujoso chalé. Y un buen día de 1991 nos convocó en un restaurante madrileño a los que él consideraba sus amigos periodistas, no más de una quincena, entre los que ocupé un lugar. Traía un disco bajo el brazo, A voluntad. Entre una profusión de chistes que nos contó en la mesa en que compartíamos el almuerzo, dijo que su larga ausencia de España se debía a que deseaba permanecer el mayor tiempo posible con su hijo, quien ya había cumplido ocho años. De aquella reunión deduje que Camilo ya era más expansivo, pues siempre lo tratamos como un hombre tímido, carácter que él asumía sinceramente. Siempre fue dulce, amable, nada divo, al menos con quienes lo conocimos desde sus primeros tiempo de cantante. Por su faz barbilampiña suspiraban millones de jovencitas. Más en Hispanoamérica que aquí, donde su popularidad fue descendiendo hasta llegado el nuevo siglo.

Lo que aconteció en su vida a partir del siglo XXI fue que en 2003 reapareció con la canción "Mola mazo", expresión muy cheli, que se difundió bastante. Después, varios discos recopilatorios de sus grandes éxitos. Había compuesto algo más de seiscientos temas y llegó a vender setenta millones de copias. De sus cuitas particulares supimos que se había sometido a un trasplante de pelo, pues su alopecia era ya galopante. Más duro fue entrar en el quirófano para un trasplante de hígado. Lejos de los escenarios se entretenía pintando con un estilo "naif". De vez en cuando viajaba a México, donde daba recitales, pero no aquí en España.

Anunció en 2008 su adiós, que no sería definitivo en algunos países de habla hispana: además de México, Colombia, Chile, Perú y Argentina, donde seguían considerándolo una gran figura. Cantó un día en México junto a su hijo la melodía "Sentimiento de amor". Con él tuvo siempre una relación complicada pero presumía de padrazo. En 2015 se sometió a otro trasplante, esta vez de piel, para colocarle una prótesis en uno de sus pies. Fue operado del hueso calcáneo por una lesión de hacía años, que le obligó a guardar cama cierto tiempo. Vivió una época de malas rachas, por esa circunstancia y también a causa de un robo del que fue víctima en su chalé de Torrelodones. También denunció a un empresario acusándolo de no pagarle tres millones de euros. Eran esas las pocas noticias que se publicaban sobre Camilo Sesto, como decíamos al principio, enclaustrado en su residencia como un monje, donde sólo recibía contadas visitas de sus íntimos.

Y así llegamos al pasado año, con su disco "Camilo Sinfónico". Ello supuso que sus mejores creaciones volvieran a difundirse. Ya eran tres generaciones las que reunió en aquel concierto único en Madrid para presentarlo. Y desde entonces, de nuevo un cerco de misterio en torno a su figura. Hasta la mañana de hoy, ya lo señalábamos, cuando saltamos de la cama alertados por la dura noticia de su muerte. ¿Fue feliz? Es una pregunta tópica en momentos así. Me atrevo a escribir esto: vivió grandes momentos de gloria, se lo merecía por el talento que derrochó como autor e intérprete, mas en su fuero interno, pienso que la melancolía pesó más en él en los últimos tiempos de su algo atormentada existencia.

Autor :  Manuel Roman
www.libertaddigital.com

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