La noche de primavera
llegaban los amigos
con la mirada alta
y el tambor ceñido.
Y una vez más
esperábamos la hora,
el corazón encogido.
Llegó la saeta
al fin del recorrido
y todos a una
nos lanzamos al vacio
del viento y de la piel.
Nos envolvió el sonido
el mismo son de siempre,
compases repetidos,
del padre y del abuelo
los toques aprendidos.
La música de antaño
resuena en mis oidos.
Escenario de la luna,
plazas, calles y callizos.
Recuerdo aquel tronar
de mazas y palillos.
Autor : Mariano Estrada Esteban.
Con gran pasión se vive y está poesía, la has sentido, muy buena Mariano
ResponderEliminarMuy sentida, Mariano. Gracias.
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