Te imagino leyendo estas líneas allá en el cielo. Tú estás de pie, y tu madre sentadica en la misma silla que usaba en la puerta de vuestra casa del puente. Esa era la imagen que cada día podíamos contemplar cuando entrábamos y salíamos de la escuela a la torre, y viceversa. ¡La sonrisa de ambas era nuestro mejor regalo! “Y qué guapas son las cuatro Rubiricas”, nos decíais. Y nosotras, orgullosas y felices, íbamos acumulando cariño; un cariño que jamás disminuyó. Hace meses, en la puerta de San Valero, me dijiste que estabas bien, que la vida iba pasando, pero había que aceptarlo. ¡Siempre admiré tu filosofía serena de enfrentarte a los años y a las circunstancias! Te contesté de corazón:” No imaginarás la de veces que pienso en ti”. Y sé que me creíste, porque algo especial nos unió, y nos unirá siempre.
Como bien comentaba una prima: “Milagros era esa mujer que estaba ahí, porque era necesaria”. Sí, " necesaria para todos " . Y lo seguirás siendo desde arriba. ¡Te queremos!
Milagros, te fuiste al cielo
con tu madre, a descansar
y nos dejaste en la tierra
tu sonrisa, y tu bondad.
Eternamente modelo
de nuestra infancia serás
y en ese rincón del puente,
por siempre,
vuestra esencia quedará.
Descansa en paz.
Autora : Teresa Rubira .
Que verdad más grande. Beatriz Ferrer
ResponderEliminar