Las estaciones se suceden. Acaba el verano dando su entrada al otoño que en su empuje arranca despiadado las hojas de los árboles hasta cubrir el suelo. Una lluvia repentina ha lavado los ocres y los verdes macilentos, últimos vestigios de los colores estivales.
Se pone el sol y aparecen las sombras del crepúsculo, mientras una luz rotante del pueblo cercano, como un faro terrestre, destilla sobre la campiña surcada de encinas, cipreses, higueras, pinos. . . Más tarde sonará la campana del Ángelus, al atardecer. . .El otoño gris peina las cabezas de los álamos con sus dedos amarillos. Adiós al verano. Y a las tardes rutilantes de sol. Y a las abejas zumbando alrededor de los olivos. Ya deja de pasar el ganado tristando por el camino, produciendo un ruido antiguo. Y ronronean los pinos moviendo sus agujas a instancias de un viento leve. Todo se impregna de melancolía. Hasta los pensamientos.
Levantar el espíritu, sonreír. Nos hacen falta idealistas y soñadores capaces de luchar contra molinos de viento. Hay demasiadas alas impregnadas por el alquitrán del materialismo, incapaces de alzar el vuelo. Vivimos adormecidos, programados por nuestros relojes digitales, atrapados por la letra pequeña de nuestros contratos de seguridad.
Después de cuatrocientos años necesitamos que Don Quijote recorra de nuevo las llanuras amarillentas de trigales y las sendas de la utopía para que nos inunde el optimismo.
Venzamos al otoño con su traje gris, mientras dejamos el campo y volvemos a la ciudad, a lo que damos en llamar “la normalidad”. Dejemos el verde campesino y enfrentémonos con el asfalto, los semáforos, la circulación apresurada. Y reanudemos las costumbres que quedaron aletargadas cuando abandonamos la ciudad en busca de aire fresco, descanso, silencio y paz.
Pero también es grato el reencuentro con los amigos, las tertulias que quedaron con una frase en el aire. El intercambio de opiniones. Visitar librerías. Cambiar no significa perder los escenarios amados. Y nada los arranca del corazón dejando las raíces sin asiento. Loa lugares quedan ahí, quietos, son tierra amiga. Esperando el momento del retorno.
Maruja Collados
Todo que escribes tiene sentido, me hace llegar a mi mente tus palabras que, al mismo tiempo que leo vivo lo leído.
ResponderEliminarGracias Maruja.
Lastima que ahora en Hijar, no se escuchen los rebaños.
¡Qué bien escribes, Maruja! ¡Un verdadero placer leerte! Gracias.
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