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domingo, 23 de febrero de 2020

LAS ARMAS NUCLEARES. (2). " La primera bomba atómica " . Autor : Enrique Garralaga Robres .





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Segunda parte: La primera bomba atómica.
En la década de 1930 era Alemania el país más avanzado del mundo en Ciencia y en Tecnología. Allí se realizaron los experimentos de laboratorio que condujeron al descubrimiento de la fisión nuclear, en 1938. Como en 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, en los ambientes científicos alemanes enseguida se comenzó a hablar de la posibilidad de utilizar la fisión nuclear como un arma muy poderosa. Ahora bien, por aquél entonces, todo el conocimiento disponible de la fisión nuclear se reducía a las ideas básicas que acabamos de exponer en la primera parte de este artículo. No es lo mismo realizar experimentos a nivel de laboratorio, que construir un artefacto muy sofisticado, que funcione eficientemente a gran escala, que consiga una explosión gigantesca y que no pueda detonar espontáneamente, sino de forma controlada. Ni se sabía cómo hacerlo, ni tan siquiera se sabía si eso iba a ser posible alguna vez.
Una buena parte de los científicos alemanes más brillantes eran judíos. Como es bien sabido, Adolf Hitler y sus seguidores, al llegar al poder en Alemania, comenzaron por prohibir la docencia en todos los Laboratorios y Centros Universitarios alemanes a los Profesores judíos, para pasar muy pronto a perseguirlos abiertamente, lo que provocó su fuga masiva, sobre todo a Estados Unidos. El ejemplo más famoso, sin duda, fue el de Albert Einstein, emigrado a ese último país en 1932.
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Albert Einstein
Estados Unidos no participó inicialmente en la Segunda Guerra Mundial. Sólo lo hizo a partir del bombardeo japonés de Pearl Harbour, en 1941. En Estados Unidos, por aquél entonces, sólo habían oído hablar de la fisión nuclear los pocos científicos que habían estudiado o trabajado en Universidades alemanas. No había ninguna urgencia por desarrollar este tipo de armamento. Pero empezaban a llegar a este país muchos científicos judíos en calidad de  refugiados, procedentes de Alemania.
Uno de estos brillantes científicos judíos emigrados fue Leo Szilard. Consciente de la gravedad del hecho de que los alemanes conocían la fisión, y de que disponían de científicos muy cualificados, como Werner Heisenberg, premio Nobel de Física, autor de importantísimos descubrimientos en Mecánica Cuántica y en Física Nuclear, quien además presidía la comisión encargada por Hitler para investigar la posibilidad de construir una bomba nuclear, quiso persuadir al Presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, de que usara el potencial industrial y económico de su país para adelantarse a Alemania en la fabricación de la primera bomba nuclear.
Pero Szilard no era por entonces muy conocido en Estados Unidos, por lo que tuvo que recurrir a visitar a Einstein, que ya era mundialmente famoso, para convencerle de que él mismo se dirigiera al Presidente Roosevelt y le explicara todo lo relativo a la carrera armamentística que se avecinaba. Roosevelt quedó muy impresionado con una carta que le envió Einstein, y le pidió que le ampliara personalmente esta información, y que le comentase toda clase de detalles.
Fue así como nació el “Proyecto Manhattan”, proyecto enorme y ultrasecreto, que posteriormente se haría muy famoso. Aunque lo promovió Roosevelt a sugerencia de Einstein, éste último no participó en él, nombrándose director del proyecto a Robert Oppenheimer. Era también judío, aunque nacido y residente en USA. En su juventud había estudiado y se había doctorado en Alemania, donde había hecho notables descubrimientos en Mecánica Cuántica y Astrofísica. Conocía personalmente a los físicos más famosos, entre ellos a Werner Heisenberg, su “rival” en Alemania.
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Robert Oppenheimer
La tarea que esperaba a Oppenheimer era muy difícil. Tenía que investigar sobre un asunto del que no se sabía prácticamente nada. Comenzó por reunirse con una docena de físicos y matemáticos, los más sobresalientes del país, y realizar un estudio previo para evaluar si se creía posible la realización de una bomba nuclear de Fisión. Aunque con algunas dudas, la opinión general fue que sí sería posible, aunque se encontrarían con muchísimas dificultades, de todo tipo.
La Casa Blanca le impuso a Oppenheimer la obligación de trabajar bajo la supervisión, y a las órdenes, de un militar, el General Leslie Groves. Este General confiaba mucho en Oppenheimer, y le permitió trabajar con bastante libertad. A cambio, se puso a disposición del Proyecto Manhattan un presupuesto enorme (unos 23.000 millones, en dólares de hoy en día). También, a unos 300 científicos, elegidos entre los más destacados del país, dedicados en exclusiva a esta tarea. Y hasta un total de unas 130.000 personas más. Disponían de Universidades, Laboratorios y otros Centros de experimentación repartidos por todo el país, en número de 17, más 2 en Canadá. A pesar de lo cual, este trabajo se pudo mantener en secreto para los alemanes y los japoneses.
Oppenheimer desempeñó su cometido de manera muy eficaz. Era una persona que sabía tratar adecuadamente a todo el mundo. Dividió el trabajo de experimentación por secciones especializadas en una tarea concreta, siendo capaz de elegir el personal más adecuado para cada una de ellas. Él mismo estudiaba todos los informes que recibía, coordinaba a todas las secciones y programaba la próxima tarea para cada una de ellas. Aún hoy, los historiadores se sorprenden de la rapidez y eficacia con las que supo vencer todas las dificultades y tener a punto la primera bomba nuclear incluso antes de lo inicialmente previsto, hacia junio de 1945. Dadas las enormes dificultades que se tuvieron que superar para su fabricación, y puesto que nunca se había visto nada semejante, muchos dudaban de que pudiera funcionar. Se imponía efectuar una prueba.  
Terminaré esta segunda parte con palabras que no son mías. Se trata de un informe que se redactó al terminar la explosión de la primera bomba nuclear de la Historia. Yo mismo me he tomado la libertad de traducirlo de una biografía de Oppenheimer.




Esta es una de las pocas fotografías en color, obtenidas
desde muy larga distancia, de la detonación de la primera
bomba nuclear de la Historia, en el desierto de Alamo Gordo,
Nuevo México, USA, el 16 de julio de 1945.


A las 5:29:45 horas del 16 de julio de 1945, media hora antes de la salida de sol, la primera bomba atómica explotó en el desierto de Nuevo Méjico. En la oscuridad del alba, y durante la millonésima de segundo que duró la explosión, el sol descendió a la Tierra. La energía liberada por la reacción en cadena subió la temperatura en el Punto Cero (el lugar exacto donde explotó la bomba) hasta cerca de la que reina en el astro solar, o sea algo más de diez millones de grados. La bomba y el pilón de acero que la sostenía se vaporizaron instantáneamente.
Algo menos de un milisegundo más tarde, la presión, que había llegado a varios millones de toneladas por centímetro cuadrado, volvió a su valor ordinario. Apareció una bola de fuego semiesférica de varios centenares de metros de diámetro, y resplandeció con una intensa luz blanca durante uno o dos segundos. Llegó al suelo casi instantáneamente y lo vitrificó. A los 32 milisegundos, las cámaras de gran velocidad que filmaban la explosión, captaron la onda de choque. Despareció a los 0,1 segundos; permaneció visible un poco más, para desaparecer a su vez a los 0,85 segundos.
La bola de fuego continuó expandiéndose hasta alcanzar un diámetro de unos 300 metros. A los 2 segundos, se elevó como si fuera un enorme globo de aire caliente, y a los 3,5 segundos apareció una columna de polvo y de humo, intensamente radiactiva, que iba desde el suelo hasta la bola de fuego. A medida que la columna se elevaba, los estrato-cúmulos (son un tipo de nubes, de forma plana) se iluminaron de color rosáceo, como al amanecer, y la dispersión del frente de onda se hizo visible bajo la forma de un gigantesco arco expandiéndose en el cielo. Tenía la columna tal potencia que atravesó las capas de aire frío, que normalmente la habrían debido detener a una altura de 17.000 pies (unos 5.200 m), para llegar hasta los 41.000 pies (unos 12.500 m). El conjunto adoptó la forma de una seta gigantesca.
Unos 40 segundos después de la explosión, la onda de choque llegó hasta el campamento base (el lugar, muy alejado, en el que estaban los observadores). Su potencia fue tal, que derribó a los que estaban en los puestos de observación exteriores, que  quedaron acurrucados. Llegó con un estruendo de tempestad, sostenido y aterrador, un ruido como del fin del mundo. Aún más sobrecogedora fue la luz azul incandescente alrededor de la bola de fuego, una señal de la intensa actividad radiactiva que reinaba, y el calor sofocante que nos golpeaba en la cara, a pesar de que era una fría mañana en el desierto.”


Autor : Enrique Garralaga Robres .

( Nota . El domingo 1 de Marzo, publicaremos la tercera parte titulada " Hiroshima y Nagasaki " . )

6 comentarios:

  1. ¡Madre mía, qué catástrofe! No digo olvidar pero, ¡con qué facilidad "aparcamos" estos sucesos en nuestra memoria...!

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  2. Interesantes documentos.

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  3. Creo que España debería de dotarse de este tipo de armas. Así tal vez empecemos a pintar algo en el panorama internacional

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  4. Tremendo esto es es tremendo solo de pensarlo.

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  5. La ciencia en ocasiones trae muchas desgracias.
    Me gustan estos articulos

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  6. En el día de hoy, he podido leer el segundo capitulo de la Bomba Atómica, espero el siguiente.
    Gracias Enrique.

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