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lunes, 5 de febrero de 2018

LA SEMANA SANTA EN HIJAR EN EL AÑO 1927. Autor : Luis Monzon Mosso.


Típica, sujestiva, a ratos alegre, seria a veces, evocadora siempre de tiempos de mayor fe, de más intenso fervor religioso, es la Semana Santa en Híjar.  Mas en contra de la opinión de muchos de mis paisanos, no se remonta la antigüedad de su parte más ruidosa (los tambores) a épocas muy lejanas; hasta mediados del siglo pasado solo salían doce tambores en la procesión del Santo Entierro; ellos querían representar a modo de marcha fúnebre que acompañan hasta el sepulcro a la más alta jerarquía; ancianos labradores suelen decir que el ronco ruido de las cajas quiere recordar el temblar de la tierra, la oscuridad que acompañó a la muerte del Redentor; ambas cosas pudieran ser.

Después de celebrados con toda solemnidad los oficios de Jueves Santo, vense constantemente, durante todo el día, las parejas de soldados romanos, que desde su cuartel van a dar guardia
en el monumento; estos soldados, espléndidamente vestidos y con la más rigurosa propiedad histórica, forman una unidad de 55 hombres con su centurión, decuriones, lictores, etc.; todos muchachos que sirvieron en el ejército, gente del campo, recién tostados por el sol, recuerdan bien los duros legionarios de Roma. 

Pero lo típico de la fiesta, los tambores, principian el Jueves Santo a las doce de la noche; dos horas antes comienzan a reunirse los tamborileros vestida la túnica y ceñido el cinturón con su tambor; por entre ellos andan vigilantes las autoridades, cuidando con verdadero empeño para que nadie comience antes de dicba hora; en el momento de oirse la primer campanada, 400 tambores y 25 ó 30 bombos enormes, manejados por recías manos acostumbradas al áspero manejo de la azada, rompen a tocar, produciendo un ininterrumpido trueno que ya no nos dejará hasta la mañana del sábado. 

Trepidan los cristales, zumban los oídos, se bace imposible toda conversación...; andan los tamborileros en grupos, cada uno de los cuales toca una de las varias ¡marchas locales!, presididos en cada uno de ellos por un bombo (que marca el compás. Y así pasan las horas hasta las tres de la madrugada en que salen los despertadores, juntamente con los soldados romanos, entre los cuales va el paso del Prendimiento, precedido de los tambores, tocando marcha en los intervalos del cántico de los despertadores.  




Son estos cánticos hondamente emotivos; la letra sobre sucesos de la Pasión.   Según la tradición, atribúyense al religioso capuchino Beato Fray Diego de Cádiz, (que anduvo de misiones por estos pueblos el año 1787.  La música, impregnada como la letra de tristeza, austera y grave. Comienza el solista con un ¡ay de mí!, que es una lamentación ante los sufrimientos del Señor, y continúa el coro a cuatro voces
iguales, narrando un paso de la Pasión.

Al terminar, como si el dolor se hubiera acrecentado por la consideración de los nuevos tormentos del Redentor, lanza todo el coro, que muy bien podía haber sido antes todo el pueblo, un !ay de mí! y terminan cantando.

Mi Dios
sin vos
¿Qué será de mí .
Señor?

Probablemente el autor de esta música, fuera alguno de los religiosos franciscanos del primitivo convento de Híjar, ya que ellos fueron entonces como ahora los organizadores de la Semana Santa; además los sentimientos de sencillez y ternura que en ella se deja sentir cuadran muy bien con el modo de ser de los hijos de San Francisco.

Esta procesión, a la que las gentes llaman de Los Despertadores, es sugestiva y evocadora; el paso del Prendimiento, la rudeza de las voces de los cantores, la oscuridad de las calles, las hachas de viento, cuyas humosas luces reflejan en las corazas de los soldados, el mismo ruido de los tambores, le dan un carácter muy original.

Concluida la procesión de los despertadores, vuelven a tocar los tambores por las calles hasta las nueve de la mañana , hora en que, terminados los oficios de Viernes Santo, se organiza en la Iglesia parroquial la procesión que irá al Calvario a buscar los pasos que saldrán en la procesión del Santo Entierro.


Terminada aquella procesión a las once de la mañana , retíranse los tambores a comer y antes de las doce comienzan de nuevo, y así hasta las tres de la tarde en que tiene lugar la procesión del Pregón; y después de esta hora hasta las siete, los virtuosos del parche, tocan frenéticos, locos, poseídos de una especie de furor solo comparable a las antiguas procesiones de disciplinantes o algunas cofradías de ciertos países.

La procesión del Santo Entierro, a las siete de la tarde, parece templar los ardores de los tamborileros; en esta procesión tocan marcha, pero más suavemente se acoplan al tono silencioso y severo de esta ceremonia; asisten a ella todas las autoridades, más de 300 hombres vestidos de negro con sendas hachas, los soldados romanos, los hermanos de la Tercera Orden de San Francisco, y todos los pasos que por la mañana trajeran del Calvario; concluye bien entrada la noche... y a las doce, vuelta al ruido como la noche anterior, hasta las siete de la mañana en que vuelven en procesión desde la Iglesia al Calvario las imágenes que trajeron el día anterior; y todavía después de esta última ceremonia, se oyen grupos primero, individuos aislados después, que siguen sonando las cajas... son los truenos lejanos que nos hablan de la tempestad concluida... hasta el año siguiente. 


Autor :  Luis Monzón Mosso.
Revista " Aragón "
19 Abril de 1927.

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