No acierto a encontrar palabras exactas que puedan definir lo que se siente cuando a las doce de la noche del Jueves Santo, tambores y bombos rompen el silencio y estremecen el alma de la multitud.
Cada año es igual, pero distinto; a nuestra mente acuden todos los acontecimientos transcurridos en los doce meses anteriores y, sobre todo, el recuerdo de los que ya no pueden disfrutar de tan mágico momento junto a nosotros.
Para quien no lo haya visto nunca, esta es una clara invitación: ¡no se lo pueden perder!
Un año, tuve la curiosidad de saber cómo llegaría el eco hasta El Carmen y...
Subí esa noche a la ermita
para escuchar los tambores
y hallé a la Virgen llorando
bendiciendo nuestros sones.
Pues, eso, que lloramos las dos.
Autora : Teresa Rubira.
Ya te dire a ti, nuestros sones, simplemente con eso ya me has emocionado, las dos llorando.
ResponderEliminarBesos.
Muy bonito y emotivo.
ResponderEliminarConchita.